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Artículo #98

Cepas Mediterráneas en Chile: ¿Un acierto contra el cambio climático?

Por Michael Seguel ABRIL DEL 2021

Esta es una tendencia que se viene gestando desde el año 2015 -e incluso antes- en algunas viñas que se han atrevido a incorporar las denominadas “cepas mediterráneas” en la zona central del país. Si bien, el Cabernet, Merlot y Carmenere siguen siendo los protagonistas en los viñedos nacionales, este nuevo tipo de producción ha tomado vuelo, no solo por sus atractivas características, sino también, como una forma de afrontar el cambio climático por su buena adaptación a los climas secos. Mientras algunos lo ven como una apuesta a largo plazo, otros apuntan a que puede ser un riesgo en el mercado nacional. En el año 2017, una investigación de la Universidad de Chile, dirigida por el académico Pablo Sarricolea, determinó que el clima mediterráneo avanzó 150 kilómetros hacia el sur desde la cordillera de Nahuelbuta, en la región del Biobío al Cerro Nilcahuín en La Araucanía. Todo esto, en un plazo de 30 años: “Desde la década de los 70’, el avance del clima mediterráneo se podría promediar en casi 5 kilómetros por año”, detalló el investigador en una nota de La Tercera.

Texto destacado

“Desde la década de los 70’, el avance del clima mediterráneo se podría promediar en casi 5 kilómetros por año”, señala Pablo Sarricolea.


Lluvias invernales, más nubosidad en la costa y más frío en la cordillera, son algunas de las características de este clima, que cada temporada está más presente en los valles centrales y centro-sur del país. A esto se suma, según la investigación de Sarricolea, las bajas precipitaciones y las altas temperaturas que en el caso del clima semiárido no ha afectado de manera homogénea en el territorio sino que principalmente a las regiones Metropolitana y Valparaíso. Esto, en comunas como Petorca, La Ligua, Los Andes, San Felipe y Colina.

"La razón principal es la disminución de la precipitación. Es lo que marca la diferencia. Los climas semiáridos son aquellos donde el balance anual es negativo; los climas mediterráneos tienen una temporada seca (balance negativo en verano), pero la suma del año es positiva, hay más humedad que condición seca", explica el geógrafo.

Dentro de este escenario climatológico que avanza lentamente en el país, la industria vitivinícola se ha ido adaptando y desde aproximadamente siete años se han ido introduciendo las denominadas cepas mediterráneas como una forma de diversificar la producción de vino y también para afrontar este cambio en las temperaturas y precipitaciones. Por ejemplo, según los expertos, cepas tales como la Garnacha, la Cinsault, la Cariñena (o Cairgnan) y la Monastrell (o Mourvedre) y, sobre todo, la Syrah, son algunas de las protagonistas en este tipo de climas y que pueden ser una alternativa para la producción nacional de las viñas. Por ejemplo, son vinos que entregan propiedades más frescas y jugosas, siempre y cuando sus uvas se cultivan en suelos de baja fertilidad. Tanto es así, que las combinaciones de estas cepas dan como resultado vinos que en la última década se han posicionado en el mercado local. No por nada, la Syrah, la más emblemática de este tipo de cepas en el último tiempo, se ha consolidado como una de las que presenta mayor existencia en el país. Por ejemplo, según el último Informe de Existencias de Vinos a Granel del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) al 31 de diciembre de 2020 en el país esta es una cepas de mayor presencia entre las llamadas mediterráneas: “Al analizar las cifras en relación a las variedades, el Cabernet Sauvignon alcanza aproximadamente el 39% de las existencia del total de esta categoría, seguido del Merlot con un 13%, Carmenere con un 11%, Sauvignon Blanc con el 9% y el Syrah con el 7%”, detalla el informe. Justo detrás de las mayores producciones de cepas “más tradicionales”.

Aunque las cepas mediterráneas están aún bajo la sombra del Cabernet, hay distintas zonas en que se puede apreciar. Una muestra, es el Carignan en el Maule, y del Cinsault en el Valle de Itata que, juntos son novedosos y constituyen un tipo de apuesta diferente pensando en el clima y su proyección considerando que son plantaciones aún jóvenes. A esto, se agrega en el Valle de Colchagua, las incipientes plantaciones de Garnacha y Monastrell.

Ya en 2014, en un artículo en el diario La Tercera, Marco de Martino (MBA Bordeaux Management School) comentaba las ventajas de este tipo de cepas apuntando a que “la zona central de nuestro país tiene un clima cálido y es justamente en ese escenario donde estas variedades brillan, ofreciendo vinos de generoso cuerpo y buen volumen, de fruta y a la vez espaciados. Excelentes para la mesa. Definitivamente, son vinos que merecen una oportunidad así que no duden en probarlos si se topan con alguno de ellos. Por el momento no son muchos, pero seguro veremos más en el futuro”. Ahora bien, en cuanto a las desventajas está principalmente el desconocimiento en el público general en el mercado local más que en paladares más expertos. Dicho aspecto, sumado a su poca plantación en los valles nacionales -a pesar de su excelente adaptación al creciente mediterráneo- son algunos aspectos que explican este incipiente “posicionamiento” en las viñas.

Según datos de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), en Santiago, si el promedio de días con temperaturas sobre los 30°C (1961-1990) era de 46, en 2015 llegó a 81, lo que aumenta la probabilidad de tener olas de calor. En Curicó pasaron de 36 a 68 días, por ejemplo, y en Chillan, de 28 a 65. Temuco y Valdivia, de tener 4 y 3 días sobre 30°C al año, pasaron a tener 10 y 6, respectivamente.

“En general, temperaturas mínimas elevadas indican valores altos de temperatura nocturna, las cuales influyen en el proceso de respiración de las plantas, degradación de ácidos y de compuestos aromáticos en frutos”, explica la meteoróloga Claudia Villarroel en La Tercera.

Las cepas mediterráneas se transforman en una oportunidad en esta tendencia que apuntan los expertos en el clima, para explorar nuevas fragancias, sustentos y vinos de buena calidad y sabor que compitan con el Cabernet, quien por ahora, sigue siendo el gran protagonista de las viñas chilenas. No por nada agrupa la mayor cantidad de plantación de hectáreas, producción y litros de vino en Chile.