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Artículo #92

La violencia rural en la Araucanía: algunas ideas para salir de la crisis

Por Tonci Tomic MARZO DEL 2021

Me hubiese encantado haber sido yo el autor de esta idea, pero debo reconocer que pertenece a José Bengoa. Conceptual, cultural e históricamente hablando, “Chile, comienza en el río Aconcagua y termina en el río Biobío”. Muchos piensan que en el norte del país existe un vasto desierto, con unas ciudades desperdigadas, salvo Calama, todas pegadas al mar; y para el sur, más allá de la frontera, una gran selva húmeda donde ciertas gentes hacen sus vidas. ¿Por qué esta reflexión? Porque implica que, para variar, llegamos tarde. ¿Existe una deuda histórica con el pueblo Mapuche? Yo creo que sí, por dos razones: primero, porque estaban antes que nosotros –puede que haya habido otros antes que ellos—y lo segundo, por que para cualquier parámetro que se tome de bienestar, desarrollo, progreso, el promedio de la gente del pueblo Mapuche está muy por debajo del promedio nacional, por tanto, ha habido discriminación. Esta deuda no significa darles un cheque, como a veces lo entiende la CONADI, sino que se trata de abrir y promover oportunidades, en un marco de discriminación positiva.

Texto destacado

Es importante destacar que el pueblo Mapuche está bastante integrado a la sociedad e institucionalidad chilena, que se inicia prácticamente desde la eufemísticamente llamada “Pacificación de la Araucanía”.


El problema Mapuche: quizás no existe un único problema que afecta a todo el pueblo Mapuche, claro la pobreza y la discriminación si, pero no es exclusivo de este pueblo, ese es el problema de gran parte del pueblo de Chile. En efecto, la mitad de los Mapuches residen en zonas urbanas y hacen sus vidas como todos nosotros, la otra mitad lo hace en zonas rurales, de las regiones VIII, IX, XIV y X. Representados por los grupos pehuenches, lafquences, huilliches, básicamente, y que también trabajan duro diariamente, para ganarse el pan, como todos nosotros.

Es importante destacar que el pueblo Mapuche está bastante integrado a la sociedad e institucionalidad chilena, que se inicia prácticamente desde la eufemísticamente llamada “Pacificación de la Araucanía”. No viven en forma tribal, bajo sus reglas y costumbres exclusivamente; tienen su cosmovisión, sus tradiciones, sus conocimientos vernáculos obviamente, pero viven básicamente a la usanza y manera de todos nosotros.

Se destaca esto, que parece obvio, porque en el Perú, por ejemplo, un país con bastante población indígena, se considera indígenas solo a las etnias que habitan la selva amazónica, que viven conectadas a la sociedad, pero regularmente lo hacen a su usanza, haciendo agricultura de auto-abastecimiento, cazando y recolectando frutos para alimentarse e integrados parcialmente o esporádicamente a la institucionalidad peruana. Los grupos aimaras, quechuas, collas, por ejemplo, no son considerados indígenas por la legislación, son considerados campesinos. En Chile, estas mismas tres etnias, la Ley Indígena, les confiere esta condición.

En consecuencia, el tema de la violencia Mapuche, no es de todos los Mapuches, es de una fracción, relativamente pequeña, circunscrita a un territorio, la que políticamente ha estado conducida u orientada, de cierta manera, por la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), que es el referente más orgánico de esta causa y que ha promovido una cierta visión en una línea más autonómica, que estimo representa a esta fracción del pueblo Mapuche. No me da la impresión que sea el sentimiento general de esta etnia. Incluso, estimo que este movimiento tiene mas simpatías en el mundo más radical de la sociedad chilena que en el propio pueblo Mapuche.

Pero como llegamos para variar tarde, lo que era un problema relativamente circunscrito, debido a la desidia del Estado --o el control oligárquico de éste-- permitió que la inercia continuara con: los abusos, la discriminación, los privilegios de unos pocos, los actos injustos, el robo de tierras por cierto por parte de los “wincas”, asesinatos que no tuvieron condenados a pesar de que se conocían los culpables, (sobre todo en la primera mitad del S.XX). Actualmente, desde hace ya un rato, tenemos un tremendo problema, que ya pasó las fronteras de Ercilla, de la IX región y es nacional. Y los últimos gobiernos, incluido éste, no han sido capaces de encontrar una vía de salida a este tema y el problema se ha seguido inflamando. Con dos momentos críticos, el asesinato Luchsinger-Makay en 2013 y el de Camilo Catrillanca en 2018.


¿Como salimos de esta situación? La verdad de las cosas, es que he leído varias interpretaciones y análisis, ¿pero desconozco a cabalidad -no se alguien lo sabe— que quieren?, qué es lo que quieren o a qué aspiran estos grupos que han estado promoviendo la “vía violenta” en la zona. Y no digo que quieren genéricamente eso lo sabemos todos por la prensa y declaraciones, sino qué quieren en concreto. O sea, con que se quedarían tranquilos y abandonarían el camino de la violencia. ¿Dinero, tierras, territorio, el Chile de 1852 (Biobío-Toltén)?

Un camino posible es el de reinstalar la institucionalidad, en las zonas liberadas, por medio del legitimo uso de la fuerza por parte del Estado. Sin embargo, parece que este camino a esta altura del partido, sería como apagar el fuego con petróleo. Y sin dudas habría muchas bajas en la operación, además que ningún gobierno tiene el capital político como para afrontar una operación de ese tipo. Habida cuenta que nuestro aparato policial-militar, no es precisamente el ejercito israelí, por lo tanto, los daños serian por lo bajo, un 50% más de los estrictamente necesarios.

No queda otra que el camino del dialogo. ¿De quienes? Del Estado con el pueblo Mapuche. ¿Quién representa al Estado? Naturalmente, el gobierno de turno (agregaría senadores de todos los sectores políticos). ¿Quién representa al pueblo Mapuche? Eso está bien difícil, de hecho, ha sido un tema permanente. Pero supongamos que se supera el punto anterior. Las bases del diálogo deberían ser: (a) ¿cuál es la demanda? (b) ¿qué de esta demanda es posible de asumir y que no? (c) de lo que es posible asumir, qué puede ser despachado de inmediato y cuál es el candelario para el resto de la demanda. Se protocoliza el acuerdo y se crea una Comisión mixta de seguimiento y verificación de cumplimiento de los compromisos de las partes.

(Fotos de El Ciudadano)