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Artículo #226

Chile olivícola: una historia que recién comienza

Por Gonzalo Rojas Aguilera JUNIO DEL 2025

En un momento de gran volatilidad global, el aceite de oliva se ha convertido en un símbolo de tensiones estructurales y oportunidades estratégicas. Mientras los precios internacionales alcanzan niveles récord, la demanda por aceites puros, saludables y trazables se intensifica. Y en ese contexto, Chile —tradicionalmente periférico en esta industria— comienza a consolidar una identidad olivícola propia. Aún joven, aún frágil, pero con un potencial extraordinario. Desde Vinifera Editorial, hemos querido aportar al conocimiento y al debate sectorial con la publicación del Informe VINIFERA 2025 sobre el mercado mundial y chileno del aceite de oliva. Este documento, basado en fuentes primarias y análisis comparado, entrega una visión actualizada del escenario global, los riesgos emergentes y las oportunidades para Chile como país productor del “Nuevo Mundo”.

Texto destacado

Este reportaje examina el estado actual del mercado mundial y chileno del aceite de oliva, considerando tanto su evolución histórica como las dinámicas contemporáneas de producción, consumo y exportación. Chile se perfila como un actor emergente en el escenario global, destacando por su producción de alta calidad, una industria tecnificada y una estrategia exportadora enfocada en nichos premium.


El aceite de oliva vive un momento histórico. Por un lado, se ha consolidado como una de las grasas vegetales más valoradas del siglo XXI, no solo por su versatilidad culinaria, sino también por sus beneficios funcionales, su simbolismo cultural y su creciente integración en estilos de vida saludables. Por otro, enfrenta una crisis productiva significativa.

En 2023, la producción mundial cayó a 2,4 millones de toneladas —uno de los niveles más bajos en décadas— debido a sequías prolongadas en España e Italia, plagas agrícolas y alzas de costos logísticos. Esta disminución empujó los precios del AOVE (aceite de oliva extra virgen) a niveles sin precedentes: más de 10 euros por litro en el retail europeo. La escasez impulsó el interés por aceites de nuevas procedencias, pero también incentivó prácticas fraudulentas, como la adulteración con aceites más baratos (soja, colza, lampante) o la venta de productos con etiquetas engañosas.

En paralelo, la demanda global ha seguido creciendo, especialmente en países no tradicionales como Estados Unidos, Brasil, China, Australia y Corea del Sur. Este desplazamiento del consumo desde la cuenca mediterránea hacia mercados extraeuropeos marca un cambio estructural. El aceite de oliva ya no es solo patrimonio de unos pocos países: es parte de una cultura alimentaria global en expansión.

En este escenario, Chile aparece como un productor emergente, que combina atributos agroclimáticos, tecnología de punta, estándares internacionales y una vocación exportadora desde sus orígenes. Con unas 23.000 hectáreas plantadas y una producción estimada de 22.000 toneladas anuales (1 % del total mundial), el país ha optado por un camino claro: especialización en aceite de oliva extra virgen de alta calidad.

Desde la década de 1990 —cuando la apertura comercial impulsó una reconversión agrícola hacia cultivos no tradicionales—, el sector olivícola chileno ha sido testigo de una transformación notable:

- Introducción de variedades adaptadas a la mecanización (Arbequina, Arbosana, Koroneiki).
- Inversiones extranjeras en tecnología y saber técnico.
- Certificaciones de inocuidad y sostenibilidad (HACCP, GlobalG.A.P., BRC).
- Inserción preferencial en mercados clave gracias a tratados de libre comercio.

Lo más destacable es que el AOVE chileno ha logrado reconocimiento internacional por su perfil sensorial armónico, baja acidez y alta estabilidad oxidativa, condiciones resultado directo del clima mediterráneo seco y las buenas prácticas agrícolas.

Luz y sombra: Calidad versus adulteración, falsificación y riesgo reputacional

El informe destaca el liderazgo de marcas enfocadas en la calidad, tales como O-Live & Co, Olave, Alonso Olive Oil, Deleyda, Terramater y Olivares de Quepu, todas premiadas en certámenes internacionales. Estas empresas han desarrollado una propuesta de valor basada en diseño, sostenibilidad, innovación y en algunos casos, enoturismo.

Cada una representa un modelo de negocio distinto:

- O-Live & Co combina volumen, mecanización y sostenibilidad para posicionarse como marca global.
- Alonso y Olave apuntan al segmento gourmet y ultra-premium, con fuerte identidad varietal.
- Terramater y Olivares de Quepu exploran la integración territorial con turismo, cultura y experiencias sensoriales.

Pese a ello, la concentración del mercado es evidente: las 10 principales exportadoras concentran más del 60 % de las ventas. Esto genera eficiencia, pero también vulnerabilidad.

Ahora bien, este crecimiento del sector y el alza de precios han traído consigo un problema cada vez más visible: la adulteración del aceite de oliva en Chile. Casos recientes —tanto en retail como en comercio electrónico— han evidenciado la venta de aceites etiquetados como “extra virgen” que no cumplen los estándares mínimos. Algunos mezclan con aceites refinados o importados de bajo costo, mientras otros carecen de trazabilidad o fecha de molienda.

Este fenómeno, impulsado por la falta de fiscalización efectiva y la baja cultura olivícola del consumidor promedio, amenaza con erosionar la confianza y empañar la reputación del AOVE nacional.

Desde Vinifera Editorial sostenemos que la lucha contra el fraude no es solo una tarea del Estado, sino una responsabilidad compartida entre productores, distribuidores, medios especializados y consumidores informados. Solo una cultura del aceite —educada, sensible, exigente— puede hacer sostenible esta industria en el largo plazo.

Oportunidades estratégicas para Chile

El informe identifica un conjunto de oportunidades clave para el sector olivícola nacional hacia 2030:

1. Consumo interno: aumentar el consumo nacional (hoy inferior a 1 litro per cápita) es una prioridad. Se requieren campañas educativas, integración del AOVE en la gastronomía cotidiana y alianzas con retail saludable.

2. Marca país y denominaciones de origen: así como se hizo con el vino, urge construir una narrativa-país para el aceite chileno, basada en su carácter austral, limpio, tecnificado y moderno. Denominaciones de origen regionales pueden ayudar a valorizar el terroir y proteger la autenticidad.

3. Turismo rural y enogastronómico: los olivares pueden ser parte de rutas gourmet, experiencias sensoriales y circuitos patrimoniales. Casos como Terramater en Isla de Maipo demuestran que es posible integrar AOVE, vino y hospitalidad en una propuesta territorial coherente.

4. Mercados premium internacionales: países como Japón, Corea del Sur, Canadá y Alemania valoran la trazabilidad, la pureza y la sostenibilidad. Chile está bien posicionado para crecer en esos nichos.
5. Innovación y diferenciación: nuevos formatos, aceites infusionados, variedades poco comunes, storytelling de pequeños productores y certificaciones (orgánico, comercio justo) pueden abrir mercados de alto valor.

El Informe VINIFERA 2025 plantea tres escenarios prospectivos para el desarrollo olivícola nacional:

A. Optimista: Chile consolida una marca-país potente, el consumo interno se duplica, las exportaciones superan los USD 200 millones y surgen denominaciones de origen regionales. El país se convierte en referente del AOVE del sur global.

B. Moderado: crecimiento lento pero sostenido, con mayor presencia en Asia y América del Norte. Se avanza en turismo rural y asociatividad, aunque sin cambios estructurales.

C. Conservador: el sector se estanca, se acentúa la concentración exportadora, el cambio climático limita la expansión y la falta de identidad sectorial debilita la competitividad.

El aceite de oliva chileno ha dejado de ser una rareza para transformarse en un actor creíble y competitivo a nivel mundial. Pero el desafío real no es exportar más volumen, sino construir una cultura nacional en torno al AOVE, fortalecer el consumo interno, combatir el fraude con conocimiento y fiscalización, y posicionar al país como referente del sur global en calidad, sostenibilidad y relato territorial.

Desde Vinifera Editorial, creemos que el aceite de oliva puede ser —junto al vino y otros productos de origen— parte de una nueva narrativa productiva y cultural para Chile: un relato que conecte el campo con la ciudad, la tradición con la innovación, y el gusto con la identidad.


NOTA: Descarga el informe completo en www.vinifera.cl / Investigación y redacción: Gonzalo Rojas Aguilera – Vinifera Editorial