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Artículo #221

Nuestro pan cotidiano

Por Gastón Jara JUNIO DEL 2025

Quiero invitarlos a reflexionar sobre uno de los alimentos más antiguos y significativos de la historia humana: el pan. Este producto, en apariencia simple, ha acompañado la evolución de las civilizaciones y ha conformado, junto con otros elementos como el vino y el agua, una trilogía simbólica y alimentaria profundamente arraigada en muchas culturas. Para abordar esta temática, me basaré en dos fuentes principales: The History of Bread de John Ashton (1904), reeditado digitalmente en 2016, y un artículo reciente de la arqueóloga Amaia Arranz Otaegui, publicado en 2024 por National Geographic España. A estas referencias se suman otras investigaciones que se citan al final del texto.

Texto destacado

Según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, donde participó Arranz Otaegui, los grupos humanos de ese período no contaban con hornos como los conocemos hoy, pero probablemente cocinaban pan utilizando métodos rudimentarios, como colocarlo sobre brasas calientes o sobre piedras precalentadas.


Una de las afirmaciones más sorprendentes en los estudios actuales es que el pan antecede al desarrollo de la agricultura. Basándose en restos arqueológicos hallados en el Medio Oriente, se ha demostrado que los humanos del Epipaleolítico —con la misma estructura dental que el Homo sapiens actual— ya eran capaces de consumir granos, vegetales y carne. Junto a estos hallazgos, se identificaron vasijas y piedras de molienda asociadas al procesamiento de cereales silvestres como trigo, cebada y avena, datadas aproximadamente 4.000 años antes del inicio del Neolítico agrícola.

Con el paso del tiempo, el pan se consolidó como alimento básico en las culturas del Mediterráneo. En el Egipto faraónico, por ejemplo, el pan y la cerveza —ambos productos fermentados— eran esenciales en la dieta cotidiana. Las evidencias arqueológicas de grandes instalaciones panaderas cerca de las pirámides indican no solo su relevancia nutricional, sino también su papel en la vida social, económica y religiosa: se ofrecía pan a los dioses y a los muertos en rituales funerarios, y también se utilizaba como moneda de cambio o forma de remuneración. Estas prácticas se extendieron a las civilizaciones vecinas, incluyendo Mesopotamia, y posteriormente a la cuenca mediterránea en su conjunto.

El pan en la tradición judeocristiana y su expansión global

Durante la Edad Media, los cultivos de cereales se expandieron por Europa, y con la colonización del continente americano en los siglos XV y XVI, el trigo —y por ende el pan— llegó a nuevas tierras. En América, sin embargo, se encontró con una rica diversidad de harinas alternativas provenientes del maíz, la yuca, la quinoa y la papa. Estos ingredientes, profundamente arraigados en las culturas originarias, fueron también incorporados a la dieta europea. En zonas como el altiplano andino o el sur de Chile, productos como el chuño, la harina de maíz o de mandioca dan cuenta de una historia alimentaria diversa, que no siempre gira en torno al trigo.

A pesar de su antigüedad, el pan sigue siendo uno de los alimentos más consumidos en el mundo, aunque su presencia varía según las regiones. Algunas cifras recientes ilustran esta realidad:

• Turquía lidera con un consumo promedio de 199,6 kg por persona al año.
• Alemania registra aproximadamente 106 kg anuales.
• En América Latina, destacan Chile (90 kg por persona/año) y Argentina (76 kg).
• España, por su parte, alcanza los 33 kg anuales por persona.

En Turquía, además, se ha logrado recrear un pan de 5.000 años, descubierto en el yacimiento de Küllüoba y replicado gracias a una colaboración entre arqueólogos y panaderos locales, según informó National Geographic.

El pan en Chile: entre tradición y transformación

En nuestro país, el pan de trigo sigue siendo el más consumido desde la época colonial. La marraqueta —producto emblemático de la panadería chilena— ha alcanzado reconocimiento internacional, tanto por su sabor como por su rol cultural. Aunque ha experimentado transformaciones en su receta y métodos de elaboración, se mantiene como un símbolo identitario.

No obstante, las actuales tendencias alimentarias, que privilegian el consumo de productos integrales por sus beneficios para la salud, han generado una paradoja: estos panes, pese a ser más saludables, son también más costosos, lo que restringe su acceso principalmente a los sectores con mayor poder adquisitivo.

Desde sus orígenes preagrícolas hasta las mesas modernas, el pan ha sido mucho más que un alimento. Ha sido vehículo de cultura, economía, religión y memoria. Y aunque su forma, sus ingredientes y sus significados han variado con el tiempo y el espacio, su presencia sigue siendo cotidiana, casi inevitable, como símbolo profundo de nuestra humanidad compartida.


(*) Sobre el autor:

Gastón Jara Leon

Historiador y Sociólogo de la Universidad de Chile, con estudios de maestría en Etnohistoria en la misma casa de estudios. Profesional con más de cuarenta años de ejercicio profesional como investigador y académico. Ha sido profesor de Historia y Economía en la Universidad de Chile y en la Universidad San Sebastián.




Fuentes consultadas:

• Ashton, John. The History of Bread. Londres, 1904. Edición digital, 2016.
• Arranz Otaegui, Amaia. Entrevista en National Geographic España, 2024.
• Proceedings of the National Academy of Sciences, estudio sobre el pan preagrícola, 2023.
• National Geographic, artículo sobre la reproducción de pan de 5.000 años, 2024.
• Estadísticas FAO y Eurostat sobre consumo per cápita de pan (2022-2024).