Artículo #219

Reescribiendo el origen de las papas fritas: ¿Nacimiento, Chile, 1629?
Este artÃculo examina el origen histórico de las papas fritas, tradicionalmente disputado entre Bélgica y Francia, y propone una hipótesis innovadora: su posible nacimiento en Nacimiento, Chile, en el siglo XVII. Basado en el testimonio del soldado español Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán en su libro Cautiverio Feliz (1663), se describe la preparación de papas fritas en 1629 durante un intercambio cultural con el pueblo mapuche, lo que constituirÃa el registro escrito más antiguo conocido de este plato. El texto revisa crÃticamente las versiones europeas: la belga, basada en un relato de 1781 sin evidencia sólida, y la francesa, con referencias documentadas desde fines del siglo XVIII. También menciona otros relatos especulativos, como la supuesta invención por Santa Teresa de Ãvila o la creación de las “potato chips†por George Crum en EE.UU.
Texto destacado
La investigación impulsada por la Municipalidad de Nacimiento, con apoyo de universidades chilenas, busca validar esta hipótesis y reivindicar la contribución mapuche a la historia culinaria. El texto concluye que las papas fritas son un sÃmbolo de intercambio cultural y globalización gastronómica, cuyo verdadero origen sigue siendo objeto de debate.

Pocas veces un alimento tan aparentemente simple como las papas fritas ha suscitado tanto debate sobre su origen, identidad y significado cultural. Tradicionalmente, la disputa se ha centrado entre Francia y Bélgica, ambos paÃses europeos que han inscrito este plato dentro de sus respectivos patrimonios nacionales. Sin embargo, una nueva hipótesis, surgida desde el sur de Chile, propone un giro inesperado: la posibilidad de que las papas fritas hayan sido preparadas por primera vez en el siglo XVII en la localidad de Nacimiento, en la Región del BiobÃo. Esta tesis, sustentada en un pasaje del Cautiverio Feliz (1663) de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, cuestiona los relatos fundacionales europeos y abre un espacio para repensar la historia de la alimentación desde América del Sur.
El texto de Núñez de Pineda, militar español cautivo entre comunidades mapuches en 1629, incluye la mención explÃcita a unas “papas fritas†ofrecidas en un banquete de bienvenida tras su liberación. Este registro escrito —más de un siglo anterior a las primeras referencias europeas al plato— constituye una fuente excepcional para reconsiderar el lugar de América en los procesos históricos que dieron origen a alimentos hoy considerados globales.

La papa, como cultivo originario de los Andes, forma parte del acervo agrÃcola y cultural de los pueblos indÃgenas sudamericanos desde hace más de siete mil años. Su domesticación y difusión fueron esenciales para las sociedades prehispánicas, incluidas las comunidades mapuche del sur de Chile. La hipótesis de una preparación frita en el siglo XVII, en un contexto de contacto forzado pero también de intercambio cultural entre mapuches y españoles, no es descabellada. Por el contrario, emerge con fuerza como posibilidad histórica verosÃmil, particularmente si se consideran las técnicas de cocción indÃgenas, el acceso a grasas animales traÃdas por los colonizadores, o el uso ancestral de aceites vegetales como el extraÃdo del madi (Madia sativa), planta oleaginosa nativa del BiobÃo.
El concepto de “freÃr†en el siglo XVII, tal como lo define el Diccionario de Covarrubias (1611), implicaba el uso de grasa o aceite en sartén. Esto refuerza la interpretación literal del pasaje escrito por Núñez de Pineda. No se tratarÃa, entonces, de una metáfora ni de una confusión lexical, sino de una descripción culinaria concreta y ajustada a las prácticas de la época. La elaboración de papas fritas en ese contexto no solo es plausible, sino históricamente documentada.
Europa en disputa: la batalla cultural por el origen de las papas fritas
Frente a este testimonio, las versiones belga y francesa resultan menos sólidas. La narrativa belga se apoya en un documento de 1781 presentado por Jo Gérard en 1984, cuya autenticidad nunca ha sido verificada. Según dicho relato, las papas habrÃan sido fritas por primera vez en Namur hacia 1680, como sustituto del pescado durante un invierno especialmente riguroso. La historia francesa, por su parte, ubica el origen en el Pont Neuf de ParÃs en los años 1780, con vendedores ambulantes que ofrecÃan pommes frites al público urbano. Aunque esta versión cuenta con registros más consistentes que la belga, sigue siendo posterior en al menos 150 años respecto al testimonio chileno.
Esta discusión no es menor. Lo que está en juego no es únicamente la autorÃa de un alimento popular, sino la forma en que se construyen los patrimonios culinarios, las memorias colectivas y las identidades nacionales. Las narrativas hegemónicas han tendido a situar el origen de productos globales en el corazón de Europa, omitiendo o minimizando los aportes de las culturas indÃgenas americanas. La hipótesis chilena, en este sentido, no solo es una provocación historiográfica: es una herramienta para descolonizar la historia de la alimentación.
El caso de Nacimiento ha generado un proceso de recuperación patrimonial que incluye investigaciones interdisciplinarias, análisis paleográficos y reconstrucciones gastronómicas. Estas acciones no buscan solo validar la hipótesis, sino también posicionar a la comuna como un espacio simbólico donde se habrÃa gestado un plato de alcance global. Se trata de una apuesta por resignificar el rol del pueblo mapuche en la historia mundial desde una perspectiva cultural y no exclusivamente conflictiva.
Más allá de las fronteras nacionales, la historia de las papas fritas ilustra los procesos de hibridación cultural que marcan la modernidad alimentaria. Su tránsito desde un tubérculo andino hasta convertirse en sÃmbolo de la comida rápida global refleja una compleja red de relaciones históricas: colonización, comercio, migraciones, sincretismo y adaptación. Hoy, las papas fritas se consumen con ketchup en EE.UU., con mayonesa en Bélgica, con merkén en Chile, y con cada variante local se reescribe también su identidad simbólica.
Cabe señalar que otras versiones del origen del plato, como la supuesta autorÃa de Santa Teresa de Ãvila o la invención accidental de las potato chips por George Crum en Estados Unidos, si bien interesantes, no refutan la hipótesis chilena. Más bien, contribuyen a mostrar cómo este alimento ha sido objeto de múltiples apropiaciones y reelaboraciones a lo largo del tiempo. Cada una de estas versiones aporta una capa al relato global de las papas fritas, pero ninguna, hasta ahora, ofrece una fuente tan temprana y especÃfica como la encontrada en Cautiverio Feliz.
La ausencia de evidencias arqueológicas no debe interpretarse como un obstáculo definitivo. La historia de la alimentación depende, muchas veces, de fuentes textuales, orales y etnográficas. Lo importante es reconocer que los relatos fundacionales no son verdades absolutas, sino construcciones históricas sujetas a revisión. En ese marco, la hipótesis del origen chileno no pretende clausurar el debate, sino enriquecerlo, invitando a un examen más riguroso y plural de las genealogÃas culinarias.
Pensar que las papas fritas pudieron nacer en los fogones del BiobÃo, al calor del sincretismo cultural entre mapuches y españoles, es también una forma de reivindicar la agencia histórica de los pueblos indÃgenas y de situar a América Latina como actor clave en la historia de la modernidad alimentaria. Porque a veces, detrás de un crujido dorado, se esconden siglos de memoria, conflicto, mestizaje y resistencia.
La evidencia
El presente análisis sobre los posibles orÃgenes de las papas fritas permite visibilizar la profunda complejidad histórica, cultural y epistemológica que encierra un alimento en apariencia simple. A partir del hallazgo documentado en Cautiverio Feliz (1663) de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, se plantea una hipótesis que desafÃa las narrativas hegemónicas de carácter eurocéntrico: la posible existencia de una preparación de papas fritas en el Fuerte de Nacimiento, en el actual territorio chileno, en el año 1629, en un contexto de interacción entre el pueblo mapuche y los colonizadores españoles. Este testimonio, que antecede cronológicamente a las primeras referencias europeas por más de un siglo, constituye una valiosa evidencia para reconsiderar el lugar de América del Sur en la historia global de la alimentación.
Las versiones belga y francesa, ampliamente difundidas y reforzadas por tradiciones nacionales, han sostenido durante décadas la primacÃa narrativa sobre el origen de las papas fritas. No obstante, investigaciones crÃticas —como las del historiador culinario Pierre Leclercq— han puesto en tela de juicio la veracidad de los relatos fundacionales europeos, en particular aquellos que carecen de sustento documental riguroso o que se basan en fuentes tardÃas y de carácter anecdótico. Esta situación invita a revisar los mecanismos mediante los cuales se construyen los patrimonios culinarios y a reflexionar sobre el peso simbólico que adquieren ciertos alimentos en las identidades nacionales.
En este marco, la hipótesis chilena no sólo aporta un nuevo enfoque historiográfico, sino que también abre una vÃa de reivindicación cultural en torno al pueblo mapuche y su relación ancestral con la papa como cultivo y base alimentaria. La posible integración de técnicas de fritura en el contexto fronterizo del siglo XVII sugiere una dinámica de transculturación gastronómica que merece ser explorada con mayor profundidad, tanto desde la historia social como desde la antropologÃa alimentaria.
Asimismo, los casos de Santa Teresa de Ãvila en España y George Crum en Estados Unidos ilustran la diversidad de narrativas paralelas que enriquecen —y a la vez complejizan— la genealogÃa de este alimento, proyectando su trayectoria desde lo local hasta lo global. En efecto, las papas fritas han devenido en un sÃmbolo de la globalización alimentaria contemporánea, con variantes culturales y comerciales que se multiplican en distintas regiones del mundo.
En sÃntesis, las papas fritas no son únicamente un producto culinario: son una construcción histórica, un vehÃculo de transmisión cultural y un objeto de disputa patrimonial. Su historia —aún inacabada— nos recuerda que los procesos de intercambio y apropiación entre pueblos han sido fundamentales en la configuración de las prácticas alimentarias modernas.
Frente a la falta de evidencias arqueológicas concluyentes, la hipótesis de un origen sudamericano continúa siendo una propuesta abierta a nuevas exploraciones cientÃficas. Pero en ella se encierra una verdad más amplia: que incluso los alimentos más cotidianos poseen la capacidad de revelar las tramas profundas de la historia y la identidad de las sociedades.
(*) Sobre el autor
Javier Arredondo es Ingeniero en Gestión TurÃstica de la Universidad Tecnológica Metropolitana y MagÃster en Gerencia y PolÃticas Públicas de la Universidad de Santiago de Chile, con una sólida trayectoria profesional vinculada al desarrollo turÃstico y la gestión pública. Su especialidad radica en el fortalecimiento de la identidad cultural y el fomento del desarrollo local, siempre desde una perspectiva innovadora y con un profundo compromiso con las raÃces comunitarias. Fue reconocido con el premio “Mejor Coordinador de Turismo BiobÃo 2019†y ha liderado la investigación “Nacimiento: Cuna de la Papa Frita Mapucheâ€.
Nota: imagen de portada, collage gentileza de Silvia González IG @recortandomimente