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Artículo #212

Concursos y guías de vino, en busca del anhelado reconocimiento

Por Elba Hormazábal FEBRERO DEL 2025

La organización de concursos de vino se ha vuelto cada vez más frecuente tanto en Chile como en el resto del mundo. Estos eventos destacan por su diversidad, abarcando desde competencias muy específicas, como el concurso Carmenère al Mundo, organizado por la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile y enfocado exclusivamente en esta emblemática cepa chilena, hasta certámenes de alcance global que evalúan una amplia variedad de estilos y cepajes, como lo es Catad’Or World Wine Awards, Vinalies Internationales o el Brazil Wine Challenge, por mencionar algunos ejemplos destacados.

Texto destacado

¿Son todos los concursos organizados con la misma seriedad y reglas? ¿cuál es la verdadera importancia de presentar un vino en un concurso? ¿acaso no es suficiente con la opinión de cada uno? Después de todo, la percepción del vino en la parte sensorial es siempre subjetiva, lo que agrada a uno, puede no agradar a otro, y en la actualidad, hay infinitas posibilidades de poder elegir.


Se debería entender que un concurso de vino en esencia tiene como objetivo final entregar una guía en la elección del producto para el consumidor, pero ¿qué sucede si los vinos son degustados en un modo tan personal, que se pierde ese horizonte? Además, ¿son todos los concursos organizados con la misma seriedad y reglas? ¿cuál es la verdadera importancia de presentar un vino en un concurso? ¿acaso no es suficiente con la opinión de cada uno? Después de todo, la percepción del vino en la parte sensorial es siempre subjetiva, lo que agrada a uno, puede no agradar a otro, y en la actualidad, hay infinitas posibilidades de poder elegir.

Desde las primeras civilizaciones, como la griega y la romana, el vino ha sido protagonista de eventos y celebraciones. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando comenzaron a surgir los primeros concursos de vino de manera más organizada, marcando el inicio de una tradición que ha evolucionado hasta convertirse en los prestigiosos certámenes que conocemos hoy en día.

Concursos y guías de vino, una breve historia

En el año 1855 se llevó a cabo la Exposición Universal de París, a solicitud de Napoleón III, quien, para poder mostrar los vinos de la región de Burdeos, solicitó un orden y clasificación. Esta clasificación se convirtió en una referencia en la industria del vino y sigue siendo válida hasta hoy, y aunque no fue un concurso formal, con jueces y puntajes, sentó las bases para los futuros concursos de vino.

Los primeros registros de concursos internaciones, datan del año 1876, en la Exposición Nacional de París, donde se entregaron medallas de oro, plata y bronce, a cargo de un panel de degustadores especializados. Chile participó por primera vez con muestras de vino en esta exposición, pero del año 1889, donde fue reconocido con medallas y menciones, destacando su calidad como productor.

Ya en el siglo XX se incorporan concursos como el International Wine and Spirit Competition, fundado en Reino Unido en 1969; el International Wine Challenge, fundado en Reino Unido en 1984; el Concurso Mundial de Bruselas, fundado en Bélgica el año 1994; el concurso Catad’Or World Wine Awards, fundado en Chile en 1995, por mencionar algunos.

Respecto a las guías de vino, su historia está estrechamente vinculada al crecimiento de la industria vitivinícola global y al aumento del interés de los consumidores por conocer más sobre los vinos que disfrutan. Sus inicios también tienen origen en la Clasificación Oficial de Burdeos de 1855, aunque algunos años antes, en 1816, el comerciante francés André Jullien publicó Topographie de tous les vignobles connus, considerado uno de los primeros intentos de clasificar los viñedos según su calidad.

Ya entrado en el siglo XX, y con el auge de la gastronomía, comenzaron a aparecer publicaciones que incluían secciones dedicadas al vino, como la Guía Michelin en Francia, creada en los años 1920. En Italia, la publicación de la guía Veronelli en 1961, creada por Luigi Veronelli, marcó el inicio de las guías italianas modernas. Luego vino la introducción del sistema de puntuación, donde Robert Parker marca un hito al comenzar a utilizar los “100 puntos”, a través de su publicación The Wine Advocate en 1978, dando paso a la creación posterior de otras guías, sitios web y blogs especializados, como Vivino y Wine Spectator.

En Chile, tenemos dos guías de vino conocidas: Descorchados, del periodista Patricio Tapia, que comenzó en el año 1999; y, Mesa de Cata, que elabora La CAV con un panel especializado, y que empezó a publicarse a partir del año 2001.

Organización y puntajes: ¿un mundo al azar?

Todos los enólogos, productores y propietarios de bodegas que participan con muestras de vino en concursos y guías, sueñan con alcanzar algún grado de reconocimiento, ya sea una medalla o un puntaje sobresaliente. Pero más allá de esta anhelada distinción, bien vale la pena entender frente a qué o quién se está siendo evaluado, ya que es sabido que algunos concursos no cuentan con las condiciones mínimas: jurados no capacitados, escalas de clasificación arbitrarias, los vinos no reciben una doble degustación, y ni siquiera están las condiciones básicas para el manejo de las muestras y su temperatura.

Para qué hablar del lugar. En varias ocasiones improvisado, cuando el ruido es un factor importante para la concentración. Tampoco hay definición de escala de parámetros en relación con la evaluación sensorial, dejando al azar una de las partes más importantes para poder determinar finalmente si el vino es o no merecedor de un reconocimiento. Bajo estas condiciones en un concurso, lo más probable, es que lo que se entregue al productor y finalmente al consumidor, a través de un puntaje y/o medalla, no sea real.

Por otra parte, los concursos de vino que tienen el patrocinio de la OIV o que siguen sus reglas, tienen mayor credibilidad y son respetados por la industria, ya que ellas aseguran que las muestras han sido bien tratadas con relación a la temperatura, clasificación y confidencialidad, y que el jurado está compuesto por personas entrenadas y diversas (enólogos, sommeliers, críticos de vinos).

A pesar de que la OIV no impone un sistema único de puntuación, sí recomienda el uso de una escala estructurada. Las guías de vino, a diferencia de los concursos, pueden ser a ciegas o no. Una guía que no es a ciegas, sin embargo, pierde su objetividad, convirtiéndose muchas veces en la opinión de la o las personas que degustan. Es importante que el consumidor o cliente final conozca bien la forma en la que se elaboran estos rankings y puntajes, para tomar una decisión consciente e informada.

Finalmente, ¿los puntajes importan? Esta respuesta es algo ambigua. Sí y no, a veces o siempre, o depende. La principal razón a nivel de la industria para participar en este tipo de concursos y guías tiene relación con las ventas y precios. Un vino premiado y reconocido tiene más posibilidades de ser comprado, por razones obvias. Todos quieren probar el vino del año, el mejor en su categoría, el vino revelación. Pero volviendo al punto anterior, estos puntajes solo tendrían validez si el concurso al que se presentan se hace bajo parámetros oficiales o si el vino es degustado a ciegas, en el caso de las guías.

Una vez alcanzado cierto reconocimiento, a nivel nacional o internacional, y que el consumidor ya se ha hecho una imagen del producto, podría no ser necesario estar siempre presente en estos eventos. Además, un productor o enólogo seguro de que su vino cumple con ciertos estándares, y que tiene buenas ventas y llegada con su público objetivo ¿porqué debería validar su vino en un concurso o en una guía? Después de todo, presentar vinos tiene su costo y no siempre se obtiene el retorno imaginado, en ventas o en el puntaje obtenido.

La industria debería mirar con cierta distancia y objetividad los reales beneficios. Muchas veces se presentan vinos, se obtienen buenos puntajes, pero el impacto es muy bajo o casi nulo. Por otra parte, obtener un buen reconocimiento un año, no es garantía de obtener lo mismo al año siguiente, aunque haya un estilo y una consistencia en lo que se muestra. Las modas muchas veces influencian al degustador, un año quieren vinos concentrados, al año siguiente ya no; un año quieren vinos con madera y al año siguiente buscan solo tinajas o fudres, pero esto no es lo que busca el cliente final.

Ese cliente final, fiel a su gusto, lo que busca es que su vino, finalmente sea el mismo que compra año tras año. Este podría ser el mejor reconocimiento para una viña, tener clientes fieles a su producto.



Sobre la autora:

Elba Hormazábal Abarca es Ingeniera Agrónoma Enóloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Diplomada en Administración de Negocios Silvoagropecuarios, DANES UC. Diplomada en Comunicación de Vinos, Universidad Nacional Andrés Bello. Enóloga registro N°586 de la Asociación de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile. Enóloga de Viña Almaviva y profesora invitada en la carrera de Agronomía, especialidad de Viticultura y Enología, cátedras de “Vinificación” y “Evaluación Sensorial” de la Pontificia Universidad Católica de Chile.