Artículo #211

San Francisco: la misteriosa cepa en los viñedos de Chile
La llegada de los españoles a América en el siglo XVI trajo consigo las primeras cepas de vid, variedades vinÃferas de origen europeo que debieron llegar como estacas o como semillas de pasas. La principal variedad tinta que se introdujo fue la Listán Prieto, conocida en Sudamérica con distintos nombres: uva PaÃs en Chile, Criolla chica en Argentina y Mission en Estados Unidos. Esta última sinonimia hace mucho sentido puesto que fueron sacerdotes misioneros de distintas órdenes religiosas quienes originalmente estuvieron a cargo de su implantación y cultivo en suelo americano. La otra variedad introducida con la conquista fue la Moscatel de AlejandrÃa, cepa blanca aromática, ampliamente difundida en el mundo y que en suelo americano dio origen a diversas cepas locales.
Texto destacado
"Aún hay un misterio por develar respecto al origen de las múltiples variedades criollas: ¿fue el resultado de la polinización abierta o de cruces intencionados entre las variedades originales? Lo más probable es que los religiosos hayan tenido conocimiento de técnicas para llevar a cabo estos cruzamientos. Aquà hay un interesante campo de investigación en espera de ser abordado".

Es necesario partir mencionando a estas 2 variedades fundacionales, PaÃs y Moscatel de AlejandrÃa, ya que son el pedigree de las cepas criollas repartidas por Sudamérica, patrimonio viviente, dentro de las cuales está la que nos ocupa en esta crónica: la uva San Francisco, uno de los múltiples nombres con que se la conoce.
Aquà debo hacer una precisión ya que, si bien es claro que su origen se remonta a la época colonial, hay literatura que indica que habrÃa llegado desde Europa, sin entregar datos de fecha ni de propagación, mencionándola como “Mollar negraâ€, sin embargo, los estudios genéticos confirman que la San Francisco, también conocida como “Rosa del Perú†y “Black Prince†forma parte de la gran familia de cepas criollas.

Su denominación principal estarÃa relacionada con la orden franciscana, cuyos primeros religiosos, provenientes del Cuzco, llegaron a Chile en 1553 y, rápidamente, iniciaron asentamientos religiosos en Santiago y en la zona que hoy es Concepción, y jugaron un papel clave en el desarrollo de la viticultura de la región.
En este punto de la historia, aún hay un misterio por develar respecto al origen de las múltiples variedades criollas: ¿fue el resultado de la polinización abierta o de cruces intencionados entre las variedades originales? Lo más probable es que los religiosos hayan tenido conocimiento de técnicas para llevar a cabo estos cruzamientos. Aquà hay un interesante campo de investigación en espera de ser abordado.
El apelativo San Francisco hace honor al santo de AsÃs, quien entre sus múltiples atributos exhibÃa gran humildad. Y asÃ, silenciosa, esta cepa ha estado presente en el viñedo chileno coexistiendo con la variedad PaÃs a lo largo de todo el territorio nacional. Me atrevo a afirmar que toda casona de campo que se precie de antigua tiene en el parrón de su patio al menos una planta de San Francisco, lo cual se explica por otra de sus caracterÃsticas distintivas, su doble propósito: apta para vinificar y muy apreciada como uva de mesa. De hecho, los viñateros productores en Itata, aludiendo a su crocancia, la llaman también “uva de la manzanaâ€.
La versatilidad de la cepa suma un tercer propósito: como vino base para destilar, y es por ello que estuvo incluida en el listado de variedades para elaboración de pisco. PaÃs y San Francisco se encuentran mezcladas en los viñedos de Maule, Itata y BÃo-BÃo. Si bien los productores las distinguen, ya que tienen hábitos de crecimiento distintos y diferencias en las hojas y forma de racimos, en general no hacen el esfuerzo de separarlas para vinificar y no suele tener un destino de botella con su nombre. Es como si la San Francisco hubiese aceptado su papel secundario, dejando que otras variedades brillen mientras ella sostiene en silencio los cimientos del terruño.
Sin embargo, esto está cambiando y algunos pioneros han comenzado a valorarla haciendo vino con muy buenos resultados. Los primeros fueron Maturana Wines quienes en la cosecha 2018 apartaron uvas de la zona de Loncomilla, en el valle del Maule y envasaron un tinto frutoso, con aromas a guindas y frambuesas, que en el paladar se siente jugoso e invita a beberlo fácilmente. La osadÃa fue recibida con elogios y reconocimientos y por eso han persistido en las cosechas siguientes. El nombre comercial del vino, “Negraâ€, controversial en los tiempos que corren, ha sido cambiado recientemente a “Panchitaâ€, otro de los apelativos de la uva usado por los campesinos. Sin duda que esta historia merece una crónica aparte.
Garage Wine Co. que también trabaja comprando uva a pequeños productores del Maule, se aventuró recientemente vinificando San Francisco y envasó su “Passageiro Escondidoâ€, apelativo que refleja lo que es la historia de la cepa. Del vino, muy fresco y ligero, destaco el carácter no rústico de sus taninos que lo distingue positivamente del PaÃs.
En el valle de Itata, comuna de San Nicolás, el productor de RaÃces de Chintú, mantiene sus viñas y bodega que se remontan al siglo XIX y siguen haciendo historia con su vinos de PaÃs, de Moscatel y de San Francisco, estas últimas son escasas 150 plantas. Refiriéndose a los recuerdos de su infancia campesina, José Sepúlveda dice: “Estas son las raÃces que me tienen viviendo en el lugar que siempre soñé y haciendo lo que siempre quise hacer. Aunque la economÃa mundial se venga al suelo, el vino y los alimentos sanos que producimos, nunca faltarán en nuestra mesaâ€. Tres ejemplos de cómo darle voz a este tesoro oculto del viñedo chileno. La San Francisco es, de algún modo, una reliquia viviente que ha sido testigo por siglos del trabajo campesino que la ha cultivado más por tradición que por ambición.
Las escasas 1,79 hectáreas de San Francisco del último catastro vitÃcola (SAG, 2022) con toda seguridad irán en aumento en los próximos años, a medida que más productores vayan inscribiéndola como corresponde ante el SAG. Y asà podremos disfrutar en el futuro de nuevas etiquetas de este vino tinto fresco, frutal y ligero, que calza muy bien con el estilo que buscan los consumidores contemporáneos y cuya autenticidad podrÃa encantar a los buscadores de historias singulares. Y, por qué no, quizás también puede ser base para un espumante, tal como lo es su pariente la PaÃs.
Para mà la San Francisco es más que una uva, es un eco de los comienzos de la vitivinicultura chilena. Si aprendemos a escucharla, si le damos el espacio que merece, podrÃa revelarnos no solo el pasado, sino también un futuro lleno de posibilidades en un mundo que, cada vez más, anhela historias auténticas.
(*) Sobre la autora:
Adriana Cerón Araya es Ingeniero Agrónomo y Enólogo titulada en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con un PostÃtulo en Gestión y Administración de Empresas de la Universidad Adolfo Ibáñez. Cuenta con más de 25 años de experiencia en el sector vitivinÃcola, desempeñándose en proyectos enológicos en Chile, Argentina, España, Estados Unidos y Francia.
Ha ocupado destacados cargos académicos, incluyendo la dirección de la Escuela Internacional del Vino y la jefatura de la carrera de Administración de Negocios de la Industria del Vino en el Instituto Profesional Culinary. Además, integró la Junta Directiva de la Universidad de La Serena.
Posee una marcada vocación gremial, habiendo sido presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile, socia activa de la Asociación de Mujeres del Vino de Chile y directora de la CofradÃa del Mérito VitivinÃcola. Reconocida por su experiencia, ha sido jurado en prestigiosos concursos nacionales e internacionales de vinos. Es fundadora de EUDORAVINOS, una plataforma de comercialización y club de vinos que promueve el valor de proyectos independientes, pequeños productores y viñas boutique, acercándolos al consumidor final.