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Artículo #206

La Tinta del Tinto o el secreto de la alquimia

Por Patricia Varela DICIEMBRE DEL 2024

En 1666 Isaac Newton descubrió en su laboratorio que cuando la luz blanca pasaba a través de un prisma, esta se dividía en colores formando un espectro, que para él significaba que la luz blanca albergaba todos los colores visibles.

Texto destacado

La teoría del color es un grupo de reglas básicas que se utilizan en la mezcla de colores para lograr un efecto deseado; dominarla implica conocer y aprender cómo funcionan los colores al momento de hacer mezclas y combinaciones, así como también saber cómo estos son percibidos, y el efecto que tienen en la mente humana.


Johann Wolfgang von Goethe, dramaturgo y científico alemán, publica en 1810 la “Teoría de los colores” donde analiza los efectos del color en la percepción y conducta humana. Esta teoría, base de lo que hoy conocemos como la psicología del color, fue en su momento una crítica abierta a la teoría de Newton, “el error de Newton fue confiar a las matemáticas las sensaciones de su ojo”.

Abraham Gottlob Werner, mineralogista y geólogo alemán, vio la necesidad de contar con un esquema de color estandarizado, para terminar con la confusión de nombres de los colores. En 1814 publica “La Nomenclatura del color de Werner”, cuyo objetivo era organizar y estandarizar los colores para la ciencia y las artes. Cabe señalar que Charles Darwin la usó durante sus viajes de expedición en el HMS Beagle.

Durante el siglo XX el químico y filósofo alemán Wilhelm Ostwald, fue pionero en el estudio sistemático de los colores, y su trabajo sentó las bases para futuras investigaciones en la óptica, la psicología y la teoría del color.

La teoría del color es un grupo de reglas básicas que se utilizan en la mezcla de colores para lograr un efecto deseado; dominarla implica conocer y aprender cómo funcionan los colores al momento de hacer mezclas y combinaciones, así como también saber cómo estos son percibidos, y el efecto que tienen en la mente humana.

El color enriquece nuestra existencia y percepción del universo, nos ofrece libertad de expresión. Desde pequeños comprendemos de manera innata que el color es parte de nuestras vidas, nos permite disfrutar de las maravillas de la naturaleza; estimula y funciona de manera sincrónica con los demás sentidos, provocando atracción, placer o rechazo. Joseph Albers, artista y profesor alemán, comparó el uso del color con la buena cocina; una receta exige probar y volver a probar, es decir, la práctica de ella. Y sin embargo dependerá del paladar del cocinero.

Estamos acostumbrados a leer y a escuchar sobre las diferentes características del vino; aroma en nariz, sabor en boca, color, cuerpo… nos describen escenarios técnicos, sutiles y en ocasiones poéticos que nos dejan como una hoja en blanco ante una copa. No sabemos por dónde empezar y tampoco si los vamos a encontrar.

Para la mayoría de los que disfrutamos del vino, si leemos o escuchamos, el color del vino es… podemos estar seguros de que el color descrito, será para cada uno muy distinto. Inmediatamente haremos asociaciones desde nuestra infancia o registros personales. Cada color está determinado por un contexto inicial de sentimientos e identidades que ese color nos recuerda. Aromas, sonidos, sabores… porque en definitiva somos seres óptico-sensoriales y un color nunca está solo, siempre está vinculado al relato que cada uno tiene en lo psíquico, simbólico e intelectual; la humanidad propia. Vemos lo que sabemos.

El color de un vino puede contarnos sobre la variedad, su sabor, edad y su origen. El color nos indica el grado de madurez de la uva al momento de la vendimia, de las técnicas de viticultura, clima y suelo. Hay colores muy diversos dentro de cada estilo como los blancos, naranjas, rosados y tintos. Aprender a dar color a los vinos es una, dentro de tantas, habilidades de un enólogo. La capacidad de transformación.

Para entender esto, debemos saber que los responsables del color del vino son los polifenoles, compuestos por los antocianos, principalmente en el caso del color, pigmentos que están en la piel de la uva y, los taninos, los que se encuentran en la piel y las pepas. La evolución del color de un vino estará dado, entre otros factores químicos, por la integración de éstos en el proceso de vinificación; sin los taninos, los antocianos no expresarán de igual forma la evolución del color. Esta es la alquimia de la vitivinicultura.

Todas las personas vemos los colores de diferentes maneras e intensidades; un color puede tener muchos rostros, porque un mundo sin colores nos parecería muerto. El sentido y finalidad de todos los esfuerzos artísticos es contribuir a la realización plena del hombre de manera individual y colectiva. La esencia espiritual de la forma y el color. La fuerza expresiva de los colores será siempre un elemento esencial de la creación artística.

El deseo de saber en el hombre nace de fenómenos significativos que atraen su atención; debe haber un interés particular que lo familiarice con el objeto, solo entonces ve lo que sale a su encuentro. Vemos lo que sabemos. El conocimiento debe ir en paralelo a la fantasía artística a fin de dar al consumidor de vino el placer de disfrutarla.

Johannes Itten, pintor y diseñador suizo, señalaba que “sólo a aquel que ama el color se le revela su belleza y su esencia interna. El color puede utilizarlo cualquiera, pero sólo a quien lo ama desinteresadamente le devela sus secretos más profundos”. Dejemos entonces, a los expertos en la categorización cromática de los vinos y seamos nosotros, los rostros, los que disfrutemos del secreto alquímico de las tintas de los tintos.


 
Sobre la autora:

Patricia Varela es Diseñadora Gráfica PUCV, acuarelista e ilustradora naturalista. Diplomada en Ilustración Naturalista de la PUC y Diplomada en Comunicación de Vinos de la UNAB. Creadora de la marca La Tinta del Tinto®, un espacio donde interactúan el arte, la comunicación y la pasión por el vino.