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Artículo #195

La industria del vino en Chile durante la segunda mitad del siglo XIX

Por Natalia Espina MARZO DEL 2024

"Chile, País de Vinos" es un concepto arraigado en nuestra identidad nacional, motivo de orgullo que solemos resaltar en el ámbito internacional. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, a menudo pasamos por alto la compleja construcción de esta industria. La producción vinícola no se limita únicamente a la elaboración del vino, aunque este sea su elemento fundamental. Para consolidar y naturalizar la afirmación inicial de "Chile, País de Vinos", se requieren visiones estratégicas, alianzas, inversiones, políticas públicas y un sinfín de elementos adicionales.

Texto destacado

El propósito de esta columna es explorar y reconectar con esa historia y los protagonistas clave que la forjaron, mediante la publicación de extractos de textos que abarcan diferentes momentos de este camino.


El propósito de esta columna es explorar y reconectar con esa historia y los protagonistas clave que la forjaron, mediante la publicación de extractos de textos que abarcan diferentes momentos de este camino. De esta manera, buscamos comprender los diversos matices, desafíos y decisiones que han dado forma a esta próspera industria. Para esta primera entrega, hemos seleccionado un fragmento del libro “Agricultura en Chile en los últimos 50 años", escrito por Teodoro Schneider y publicado en 1904. Esta obra fue galardonada en el certamen organizado por la Sociedad Nacional de Agricultura ese mismo año.

Finalmente, cabe señalar que Teodoro Schneider fue una figura destacada en el ámbito científico y técnico relacionado con la agricultura. Además de ser un analista consumado, ocupó el cargo de redactor jefe del boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura. Fue pionero en la experimentación de técnicas de control biológico agrícola, siendo el primero en introducir en el país, en 1903, la popular "chinita" como método para el manejo de plagas de conchuelas y pulgones.

La Viña

El cultivo de la vid data desde muy atrás en nuestro país, pues se remonta a los primeros años de la colonia. Según historiadores antiguos de Chile, la vid fue introducida del Cuzco, donde se hallaban algunas parras llevadas de las Canarias. Se sembraron además en La Serena unas pepas de pasas, y según es fama, hubo de esperarse que dieran vino para poder celebrar misa. El abate Molina refiere que en uno de los valles jamás habitados en la cordillera de Curicó, se encontró una parra de uva negra moscatel, de modo que llegó a creérsela originaria del país, sin pensarse que lo más probable es que hubiera sido llevado el germen allí de un modo muy natural, por cualquier ave.

Se multiplicó en un principio la parra libremente; más tarde el gobierno prohibió su cultivo, junto con el del olivo; pero esto cayó en desuso, tolerándose la fabricación de vino para uso personal y gravándose el caldo de venta con un derecho específico de 2%. Poco a poco fue tomando incremento la viticultura y se difundieron las parras desde el Bio-Bio hasta Atacama. Después de la Independencia se exportó en alguna cantidad a las repúblicas del Pacífico y Atlántico, y también se llevó un poco a California. En 1831 se calculaba en 19 y medio millones el número de cepas existentes en Chile.

El precio del vino ha experimentado grandes fluctuaciones en nuestro país desde tiempos remotos: en la época de la conquista, cuando se importaba desde España, valía $7 la arroba; en 1774 había ya bajado a $ 3; en 1796 se cotizaba a 19 reales en Valparaíso, 12 reales en Santiago, y los destiladores de Concepción abonaban solo 5 reales por la arroba. En los años comprendidos entre 1850 y 1870, el precio ha variado de $3 a 5 la arroba, con excepción de vinos de marca que se vendían de $4 a 6 la docena de botellas.

La exportación a la costa del Pacífico comenzó a desarrollarse a principios del decenio de 1850. Fue por término medio del año, en el quinquenio de 1857 a 1861 de $12.327, y en el quinquenio de 1862 a 1867, de $45.220, acusando estas cifras un aumento anual de $32.893. Este tráfico, por haberse plantado muchas viñas en el sur del Perú, quedó estacionario. Alcanzó su mayor auge en 1880, con un valor de $150.000. La exportación a Montevideo fue ese año de $66.770, y este mercado en que se habían cifrado muchas expectativas al principio, se perdió por haberse enviado partidas de vino de inferior calidad.

Hasta mediados del siglo pasado era la viña del país (cepa país) la cultivada exclusivamente. En 1851 don Silvestre Ochagavía contrató al viticultor francés Mr. Bertrand para dedicarse al cultivo de la viña francesa (cepajes franceses) y este trajo consigo sarmientos de diferentes variedades. El buen éxito de los primeros vinicultores alentó a muchos otros, y pronto se apoderó una verdadera fiebre de nuestros agricultores por emprender plantaciones de viña francesa, a tal punto que eran contados los fundos que no tuvieran un viñedo de mayor o menor extensión. Los agricultores no consideraron los peligros que ofrece el dedicarse con demasiado exclusivismo a un ramo de producción, sin tomar en cuenta las condiciones del mercado.

Entre los que más descollaron en los primeros tiempos de la fabricación de vinos y cuyas marcas alcanzaron más renombre, debemos mencionar, además del señor Silvestre Ochagavia, a don Francisco Subercaseaux, Pedro de la Lastra, M. A. Tocornal, José Tomás Urmeneta, Jorge Delano, Macario Ossa, Rojas Salamanca, etc. El mercado de la región minera del norte fue más importante de año en año, y contribuyó a diferir por algún tiempo el estallido de la crisis de que estaba amenazada esta industria por falta de consumidores (...) Los territorios anexados en el norte, con su industria floreciente, contribuyeron luego a aumentar la capacidad de estos mercados, que antes se surtían del Perú.

Entre las primeras tentativas hechas para dar a conocer nuestros vinos en el extranjero con la expectativa de encontrar nuevos mercados, merece ser citada la de don Macario Ossa, con sus vinos de Santa Teresa, enviados por conducto de la casa Graham Rowe i C. a Burdeos, en 1877. Los catadores entendidos que tuvieron ocasión de gustarlos los encontraron de excelente calidad, y los señores Bordy y Solard alcanzaron a celebrar un convenio para fabricar en esa viña 200.000 litros de vino blanco al año, destinado a compradores por mayor de Francia, y para establecer una fábrica de champaña.

En 1879 se dio cuenta de la primera remesa de vino enviada a Europa desde Valparaíso. Muestras enviadas en los primeros años del decenio 1880, encontraron en Francia bastante aceptación, llegando a ofrecerse por los 1.000 litros de vino de 1 a 4 años de edad, desde 600 a 800 francos, lo que, al cambio de 24 peniques, corresponde a un precio de 24 a 26 3/4 centavos el litro.

En abril de 1888 don Guillermo Brown comunicó a la Sociedad de Agricultura datos sobre vinos enviados por él a Europa para su venta. En las remesas de ensayo que envió más tarde la Sociedad de Viticultores, la falta de éxito no provino de la calidad del vino, que, al contrario, fue encontrada de primera, sino de otras causas, como veremos más adelante.

Por otra parte, en todas las exposiciones extranjeras a que concurrieron nuestros vinos se obtuvo un éxito muy halagador. Así, por ejemplo, en la de Viena, en 1873, llamaron vivamente la atención por su calidad. En la especial de vinos y licores que se verificó en Burdeos en 1882 y en la que entraron en competencia con los vinos más afamados del mundo entero, fueron encontrados acreedores a un diploma de honor por su conjunto; obtuvieron además medalla de oro los del señor Ramón Subercaseaux y dos más. En la Exposición de Liverpool de 1885, obtuvieron medalla de oro en vinos tintos, los señores Mariano Bacarreza, E. Ducaud, Adolfo Eastman, Maximiano Errázuriz, Silvestre Ochagavía, F. Rojas Salamanca, Ramón Subercaseaux, José Tomas Urmeneta, Rogers y Serrano; en vinos blancos, M. Bacarreza, Adolfo Eastman, Silvestre Ochagavía, Ramón Subercaseaux, José T. de Urmeneta; y en aguardientes, M. Infante y R. S. de Saldívar. Pero donde nuestros vinos y licores descollaron más, fue en la Exposición Universal de París de 1889, donde se discernió un gran premio por el conjunto de la exhibición de caldos, y medallas de oro a los de los señores Ricardo Waddington, I. Dolores Torres, Ramon Subercaseaux, Luis Pereira, Nicolás Naranjo, Fanny Ovalle v. de Reyes, Rafael Mandiola; y los licores de Despouy e hijos y José Cruz V. R.

En la Exposición internacional de vinos y azúcares de Río de Janeiro, inaugurada el 5 de enero de 1889, se exhibió una pirámide formada por vinos chilenos, y los entendidos declararon que este país es la nación sudamericana que produce mayor cantidad y mejor calidad de vino. En la Exposición de Chicago de 1894 fueron premiados los vinos de los señores Guillermo Brown, José Gregorio Correa, Guillermo Errázuriz, Nicolás Naranjo, Leonidas Vial, Alejandro Reyes, José Tocornal, Matías Edwards y Victorino Rojas M.

En la Exposición de Guatemala de 1896 los vinos chilenos obtuvieron otro triunfo, que los hizo populares en todo Centro- América y que indudablemente influyó en el éxito que se obtuvo con el envío de 500 cajones a Costa Rica, hecho ese mismo año. Así lo comunicó el señor Pedro L. Severin a la Sociedad Nacional de Agricultura, expresando que los vinos de Panquehue, Subercaseaux, Urmeneta, Tocornal y Concha y Toro habían sido acogidos allá con entusiasmo y que el buen éxito era seguro.

La última victoria importante conquistada por nuestros vinos, fue en la Exposición Pan Americana de Buffalo en 1901, donde vencieron, con mucho, a sus competidores de California: así, entre 24 medallas de oro acordadas a los vinos, correspondieron 13 a Chile, y 24 de plata en un total de 29 que fueron discernidas. Medallas de oro obtuvieron: la comisión de Chile por el conjunto de la exhibición de vinos, Guillermo Brown, José Gregorio Correa, Adolfo Eastman, Mateo Donoso, Domingo Fernández Concha, Leonidas Vial y la Quinta Normal de Agricultura. A la lista anterior de exposiciones, en que los vinos chilenos han sido premiados, debemos agregar Buenos Aires, Bruselas y Turín.

La Sociedad Nacional de Agricultura, que desde su fundación se había preocupado mucho del fomento de este ramo, convocó a los viticultores para una reunión el 19 de agosto de 1888, con el objeto de discutir la manera de dar impulso a la producción, de impedir la introducción de la philoxera y los medios para combatirla, etc. Presidieron los señores Matías Ovalle y Luis Dávila Larrain y se trató de organizar una asociación de viticultores, idea que ya en 1877 había sido sugerida a la Sociedad por el señor Julio Menadier.

Se nombraron tres comisiones para estudiar diversos temas comprendidos en los cuestionarios que se habían dirigido a los vinicultores. El 26 de agosto celebraron la segunda sesión, y en ella se leyeron los informes presentados. Se acordó designar de entre el Directorio una comisión permanente para llevar a efecto las resoluciones tomadas por el Congreso de Vinicultores y para hacerse cargo de las actas y documentos.

En agosto 21 de 1892 se reunieron, convocados por la Sociedad, un número crecido de vinicultores bajo la presidencia del señor Nathan Miers Cox. Don Luis Dávila L. manifestó que la comisión nombrada en la reunión anterior había recogido informaciones sobre el comercio de vinos, y en especial sobre la posibilidad de su exportación. La asamblea nombró otra comisión con el mismo fin. Se acordó también solicitar la liberación de derechos para las duelas elaboradas y en bruto; pedir al Gobierno que se adoptaran medidas contra la adulteración de los vinos; estudiar las facilidades que presentan los países sudamericanos como mercados de vino, y hacer una estadística de las viñas, su extensión, cantidad y calidad de vinos producidos, etc. valiéndose para ello de agrupaciones departamentales de viticultores.

En sesión de 24 de julio de 1893 se expresaba en el seno del Directorio la idea de crear en Burdeos una agencia general para el comercio de los vinos chilenos. El presidente se puso de acuerdo con varios viticultores y sometió en seguida la idea a la consideración del Gobierno. En noviembre del mismo año el Ministro de Relaciones Exteriores contestó aceptando la indicación propuesta por la Sociedad.

En 1895 se organizó una asociación especial por los viticultores, que también ha trabajado activamente en pro de los intereses vinícolas, como después veremos, esforzándose principalmente .en aliviar la situación aflictiva de esta industria, ocasionada por el exceso de producción, buscando mercados extranjeros y persiguiendo los fraudes que se cometían en gran escala por los expendedores de vino. Alcanzó en varias ocasiones a hacer remesas importantes a Europa, especialmente a Alemania.

Desgraciadamente, no consiguió el objetivo que se había propuesto de provocar una corriente de exportación a esos países, con el fin de descargar el mercado nacional, y conseguir para la viticultura la prosperidad a que está llamada, dada las relevantes condiciones naturales que posee nuestro país.

Aparte de dificultades de menor importancia, como la carestía de la vasija de roble de que se hizo uso en el primero de los ensayos, la falta de agentes experimentados, y la carestía de los fletes, se tropezó con una mucho mayor. En efecto, faltan aún en el país las grandes bodegas que en otras partes facilitan el comercio de vinos, mediante la adquisición de grandes partidas todos los años, con el fin de formar tipos fijos por medio de mezclas adecuadas de los diferentes caldos, que con este fin deben ser suficientemente estudiados. Estos grandes establecimientos pueden así presentar tipos uniformes, según sea el gusto predominante en los diversos mercados que hayan de proveer. Las bodegas de exportación no se crean sino con el concurso de capitales muy cuantiosos, pues para llenar debidamente su objeto deben acumular enormes cantidades de vinos, que se conservan por varios años, antes de darlos al expendio.

Por otra parte, falta estudiar las peculiaridades de nuestros posibles mercados de consumo y emprender una propaganda constante, hasta conseguir acreditar suficientemente los diversos tipos que se logre crear, amoldándolos a las exigencias de los distintos consumidores.

Antes de terminar, debemos hacer mención de la ley de impuesto sobre alcoholes dictada en 1902 y que ha perjudicado sensiblemente la viticultura nacional, sin lograr el objeto con que fue creada, pues ha fracasado tanto como ley de recursos fiscales, cuanto como medida para aminorar el vicio de la embriaguez en la masa del pueblo. La región más perjudicada ha sido la del sur, donde por dificultades y carestía de transporte, la destilación de los productos de la uva tiene mucha mayor importancia. En toda esa extensa región, la ley aludida ha provocado un intenso malestar, que habrá de perjudicar sobremanera el desarrollo industrial.


(*) Título de la publicación: "La industria del vino en Chile durante la segunda mitad del siglo XIX”, de Teodoro Schneider (1904).

(Imágenes de referencia. Fuente: Corbis Images).

(**) Sobre la autora:

Natalia Espina González.

Historiadora y Licenciada en Cine Documental de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y la Escuela de Cine de Chile. Productora Ejecutiva en Agencia Vinífera e Investigadora en Vinífera Editorial.