Cerrar
Vinifera

Sobre Nosotros

Vinífera

Consultora especializada en el desarrollo de asesorías técnicas en materia vitivinícola.

About us

Vinifera

Consulting agency specialized in economic development and business projects in the fields of wine, agriculture and tourism.

Artículo #177

Gastrodiplomacia y gastropolítica

Por Claudia Gacitúa y Gonzalo Rojas. SEPTIEMBRE DEL 2023

Las relaciones sociales y de poder que se gestan en torno a la mesa, comer y beber, están estrechamente relacionadas con las decisiones de mercados, las instancias políticas e incluso las identidades culturales y de género, conformándose el fenómeno de la Gastropolítica, que subyace a las relaciones diplomáticas en torno al vino y la comida y la forma en que se conforman sus relatos. Relatos que reflejan una importante relación con el poder, donde los discursos de alimentación han quedado ocultos entre las nociones de placer e ingenuidad que, históricamente, se la han atribuido al comer y beber. Sin embargo, hoy es urgente visibilizarlas y abordarlas desde una perspectiva crítica que integre los estudios internacionales, dejando en evidencia la relevancia de los poderes que, constantemente, están atravesando todo lo que pasa en la mesa.

Texto destacado

La gastrodiplomacia y la enodiplomacia, son términos que han emergido con fuerza en la esfera de las relaciones internacionales durante las últimas décadas. Ambos, reflejan la capacidad intrínseca de la gastronomía y el vino para trascender las fronteras nacionales y desempeñar un papel significativo en la diplomacia cultural y las relaciones entre las naciones del mundo entero.


Ambas estrategias, tanto la enodiplomacia como la gastrodiplomacia, se basan en la idea del soft power o “la diplomacia de la persuasión”, que implica influir en otros países a través de elementos culturales y atractivos, en lugar de utilizar la coerción o la fuerza. Ambas buscan proyectar una imagen positiva del país, fortalecer las relaciones bilaterales y multilaterales, para así generar beneficios económicos a través del turismo y el comercio. De esta manera, es posible señalar que la enodiplomacia y la gastrodiplomacia comparten el objetivo común de promover los intereses nacionales, utilizando elementos culturales, en este caso el vino y la gastronomía, respectivamente, como herramientas estratégicas en el ámbito de la diplomacia con la finalidad de proyectar una imagen positiva del país en el escenario global.

En esta línea, considerando al vino como un alimento, podríamos afirmar que la dimensión cultural de lo que sucede en la mesa, vino y gastronomía, tiene sin lugar a dudas una profunda categoría política, convirtiéndose en una importante fuente de poder. No podemos olvidar que la cocina con todo lo que eso implica, es un elemento simbólico que refleja las dinámicas y los cambios políticos y esta puede llegar a ser un efectivo instrumento político cuando los gobiernos se comprometen en identificar y buscar la formas como se construyen los lazos entre las personas a través de la comida y por supuesto del vino.

El vino ha sido tradicionalmente considerado como un elemento distintivo de la cultura y la identidad de un país o una región. A través de la enodiplomacia, los países pueden utilizar la promoción de sus vinos, sus tradiciones vitivinícolas y la experiencia enológica como una herramienta para fortalecer las relaciones diplomáticas, atraer el turismo enológico y fomentar el comercio de vinos.

Con todo lo anterior, creemos que la gastrodiplomacia se puede definir, académicamente, como el uso estratégico de la gastronomía, incluyendo platos tradicionales, técnicas culinarias, productos locales y experiencias culinarias, como una herramienta para promover los intereses nacionales, fortalecer las relaciones internacionales y proyectar una imagen positiva de un país en el ámbito global. Implica la utilización de la gastronomía como un medio de comunicación cultural que trasciende barreras lingüísticas y culturales, fomentando el diálogo intercultural, la cooperación y la comprensión mutua entre las naciones. La gastrodiplomacia busca influir en las percepciones, actitudes y opiniones de los ciudadanos extranjeros, utilizando el atractivo cultural de la gastronomía para generar beneficios económicos, atraer el turismo y establecer relaciones diplomáticas sólidas. No hay mejor posibilidad de mostrar de dónde venimos que a través de la gastronomía y el vino.

Breve reseña histórica

La gastrodiplomacia, aunque en la actualidad está en auge, tiene sus raíces en prácticas históricas que han utilizado la comida como un medio para construir relaciones y expresar identidades culturales. Aunque el término “gastrodiplomacia” es relativamente nuevo, sus antecedentes pueden rastrearse a través de la historia.

En la antigüedad, los banquetes y festines eran eventos fundamentales en las relaciones diplomáticas entre naciones y líderes. El intercambio de alimentos y platos típicos no solo servía para mostrar la hospitalidad y el respeto mutuo, sino que también permitía construir alianzas y fomentar la comunicación entre diferentes culturas.

En la época medieval y renacentista, las cortes reales utilizaban la comida como un medio para demostrar su poder y riqueza. Los banquetes fastuosos y la presentación de platos exquisitos eran utilizados para impresionar a los invitados extranjeros y mostrar la grandeza de la corte anfitriona. Estos eventos se convirtieron en oportunidades para el intercambio cultural y la creación de conexiones internacionales.

En el siglo XIX, la gastronomía comenzó a asociarse más profundamente con la identidad nacional. Los platos típicos y las técnicas culinarias regionales se convirtieron en símbolos de orgullo nacional y se utilizaron para afirmar la singularidad cultural de un país. La Exposición Universal de París en 1889, que celebró el centenario de la Revolución Francesa, incluyó un pabellón dedicado a la comida regional, lo que marcó uno de los primeros ejemplos modernos de utilizar la gastronomía como una herramienta para presentar la cultura de un país a nivel internacional.

Sin embargo, fue en el siglo XX cuando la gastrodiplomacia comenzó a formalizarse como una estrategia. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos utilizó programas como el "Programa de Intercambio de Visitantes" para enviar chefs y estudiantes de cocina al extranjero, promoviendo la cultura y la comida estadounidense como un medio para contrarrestar la influencia soviética.

En las últimas décadas, con la globalización y la comunicación digital, la gastrodiplomacia ha experimentado un resurgimiento. Los países utilizan sus platos emblemáticos y su cultura culinaria para atraer turistas, promover la inversión extranjera y mejorar su imagen internacional. Eventos gastronómicos, festivales y programas de televisión relacionados con la comida han ampliado la audiencia internacional y han permitido una mayor difusión de las culturas alimentarias. Se observa que la gastrodiplomacia tiene sus raíces en prácticas históricas de intercambio culinario y construcción de relaciones a través de la comida. A lo largo de los siglos, la gastronomía ha sido un poderoso instrumento para expresar identidades culturales, fomentar la comunicación y fortalecer las relaciones internacionales.

En un sentido similar, habría que señalar que, la enodiplomacia o el uso estratégico del vino y la vitivinicultura con fines diplomáticos y culturales, tiene una historia rica que se remonta a través de las épocas y culturas, donde el vino ha sido un símbolo de celebración, camaradería y prestigio.

Desde la antigüedad, el vino ha desempeñado un papel destacado en las interacciones entre diferentes culturas y civilizaciones. En la antigua Grecia y Roma, por ejemplo, el vino se utilizaba en festividades y banquetes para estrechar lazos y fomentar la comunicación entre líderes y pueblos. Durante estos eventos, el vino no solo simbolizaba la generosidad y la hospitalidad, sino también la capacidad de compartir momentos agradables y establecer relaciones de confianza.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, el vino continuó siendo un vehículo para las relaciones internacionales. Las casas nobles y las cortes reales a menudo intercambiaban vinos como regalos diplomáticos. Estos intercambios no solo tenían un valor material, sino que también servían para fortalecer las relaciones políticas y comerciales entre diferentes regiones.

Con la expansión colonial europea en los siglos XV y XVI, las rutas comerciales del vino se extendieron por todo el mundo, llevando consigo no solo la bebida en sí, sino también las tradiciones culturales y los vínculos entre naciones productoras y consumidoras. Por ejemplo, el vino europeo se convirtió en un elemento importante en los intercambios entre los colonizadores y las poblaciones nativas de América y otras regiones.

En los Tiempos Modernos, la enodiplomacia ha evolucionado a medida que la industria vitivinícola ha crecido y se ha diversificado cada vez más. Durante el siglo XX, algunos países productores reconocieron el potencial de utilizar el vino como una herramienta diplomática. Por ejemplo, Francia promovió su vino como un símbolo de la cultura y la sofisticación francesa, mientras que Australia buscó establecer su presencia en el mercado internacional a través de su industria vitivinícola en constante crecimiento.

Hoy en día, la enodiplomacia continúa siendo una estrategia relevante en las relaciones internacionales. Países como Portugal, Italia, Argentina y Nueva Zelanda han utilizado la enodiplomacia para promover sus vinos en el extranjero y fortalecer sus lazos diplomáticos y económicos. Además, eventos como festivales de vino y rutas vinícolas internacionales se han convertido en oportunidades para la colaboración y el intercambio cultural entre naciones.

La enodiplomacia tiene profundas raíces históricas que se remontan a civilizaciones antiguas y ha evolucionado a lo largo de los siglos como una herramienta para fortalecer relaciones internacionales, compartir tradiciones culturales y promover la cooperación entre diferentes países a través de la pasión compartida por el vino.

Gastrodiplomacia y gastropolítica en las relaciones internacionales.

La gastrodiplomacia así como también la enodiplomacia van más allá de la mesa, trascendiendo esa necesidad básica y biológica de comer y la necesidad hedonista de beber de todo ser humano. Pensándola con una mirada amplia, lo que pasa en la mesa se convierte en una propuesta de discurso político, utilizada constantemente como arma de seducción o manipulación, donde cada producto tiene una razón de ser y existe una estrategia con la finalidad de obtener resultados que solo dependerán del ánimo de quien nos sirve.

En conjunto, la enodiplomacia y la gastrodiplomacia permiten a los países proyectar una imagen positiva, fortalecer sus relaciones internacionales, atraer el turismo, promover el comercio y fomentar la comprensión y la cooperación entre las naciones. Son herramientas valiosas que aprovechan la riqueza cultural y culinaria de un país para establecer lazos diplomáticos sólidos y generar beneficios económicos, al tiempo que promueven la diversidad cultural y el diálogo intercultural en un mundo globalizado. La enodiplomacia, al centrarse específicamente en el vino, permite a los países aprovechar el patrimonio vitivinícola y las tradiciones vinícolas para establecer lazos diplomáticos sólidos, promover el comercio de vinos y atraer el turismo enológico.

El vino y la gastronomía, utilizadas estratégicamente, serán fundamentales tanto en la conformación de las relaciones internacionales e influenciar a otros, como también en oportunidades para demostrar y ejercer el poder. El vino se convierte así en una poderosa herramienta de comunicación cultural y en un símbolo de la identidad y la calidad de un país o región.

En un mundo globalizado y culturalmente diverso como el actual, la gastrodiplomacia y la enodiplomacia han surgido como herramientas de la diplomacia cultural, trascendiendo las fronteras nacionales y desempeñando un papel fundamental en las relaciones internacionales. La gastrodiplomacia, basada en la estratégica presentación de la gastronomía y la cultura culinaria, y la enodiplomacia, que emplea el vino y la vitivinicultura para fomentar la cooperación y la comprensión entre naciones, subrayan la importancia de las dimensiones culturales y emocionales en la política internacional. Estas prácticas no solo permiten la proyección de la identidad y los valores de un país, sino que también establecen puentes de entendimiento y colaboración entre culturas diversas.

Adicionalmente, la intersección entre la gastrodiplomacia, la enodiplomacia y la gastropolítica señala la evolución de la diplomacia en un entorno interconectado, donde elementos aparentemente cotidianos y culturales pueden tener un impacto profundo en la percepción mutua y en la configuración de las relaciones internacionales. En un panorama donde la tecnología y la comunicación global desempeñan un papel esencial, estas prácticas continúan expandiéndose y reafirmando su rol esencial en la construcción de relaciones internacionales sólidas y significativas.

...

Los Autores:

Claudia Gacitúa M.

Magíster en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Chile. Periodista, Sommelier y Gastrónoma.

Gonzalo Rojas A.

Doctor(c) en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile e Historiador de la Universidad de Chile.