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Artículo #146

¿Hacia dónde va la agricultura chilena?

Por Tonci Tomic JUNIO DEL 2022

La forma más adecuada de saber, a ciencia cierta, que pasa con la agricultura chilena, en el sentido de tener una visión competa, es la que dan los Censos Nacionales Agropecuarios, ya que, a diferencia de otros estudios, investigaciones y encuestas, los censos, si bien son la foto de un momento, abarcan a todo el país. El último Censo Agropecuario realizado - y muy esperado- fue en el 2021. El anterior había ocurrido en 2007. Y, a inicio del año 2022, INE-ODEPA entregaron ciertas cifras generales a nivel agregado.

Texto destacado

El último Censo Agropecuario realizado - y muy esperado- fue en el 2021. El anterior había ocurrido en 2007. Y, a inicio del año 2022, INE-ODEPA entregaron ciertas cifras generales a nivel agregado.


Si bien en esta oportunidad, correspondiente al VIII censo Agropecuario, el primero se realizó en 1930, daremos un breve repaso a las cifras, desde el censo de 1955 y siguientes (1965, 1976, 1997, 2007 y 2021). Lo primero que se observa, es una reducción significativa de la superficie arable hacia 2007, que luego se estabiliza hasta hoy. Esto incluye a frutales y viñas, cultivos anuales y hortalizas, praderas artificiales, semilleros y flores, principalmente. En 1955 se cultivaban 4,8 millones de hectáreas y en 2007 se había reducido 2,3 millones y el 2021 indica que la superficie agrícola total del país no supera los 2,4 millones de hectáreas.

Otro dato interesante, es que la superficie bajo riego, que se había mantenido estable desde 1995 en torno a 1,1 millones de hectáreas, en el 2021 se redujo a 0.90 millones de hectáreas, por efecto de la mega sequía. Sin embargo, esta cifra debe ser analizada con cuidado, ya que normalmente se considera superficie de riego aquella que esta bajo cota de canal, la cual probablemente ha permanecido relativamente constante, pero la seguridad de riego dada por los embalses y la tecnificación creciente del riego, a nivel predial y de conducción y distribución del agua, sumado a las aguas de pozos, han generado un uso incomparablemente más eficiente del recurso, entre 1955 y 2021.

Lo que resulta mas sorprendente, en este escenario, es que PIB agrícola a precios constantes (2010) entre 1960 y 2020 se haya multiplicado por ocho veces, pasando de US$ 1,1 MM a US$ 9,2 MM, según cifras del Banco Mundial. Dando un salto cualitativo al 2000 con US$ 4,8 MM y de US$ 7,8 MM al 2010.

Esta rápida mirada, con estos tres parámetros básicos, nos indica que claramente la estrategia de desarrollo de la agricultura chilena ha sido de intensificación, esto es, incorporar más capital por unidad de superficie, con un aumento sustantivo de los rendimientos, pasando de US$ 237 por hectárea a US$ 3.833 por hectárea ente 1960 y 2021.

Esta es la mirada histórica, pero que ha ocurrido en el periodo intercensal, entre 2007 y 2021 en el agro. Las cifras anteriores nos indican una cierta estabilidad de la superficie arable, en trono a los 2,5 millones de hectáreas; también la superficie bajo riego se mantiene estable, con la salvedad antes mencionada. Todo lo anterior, acompañado de un aumento significativo del PIB agro, de un 21% entre 2007 y 2020.

Por otra parte, el último censo nos informa que, ente 2007 y 2021, la superficie silvioagropecuaria total cayo un 21,8%, esto incluye a la superficie arable, que subió un 12,2%, como se indicó, de 2,1 a 2,4 millones de hectáreas; bosque nativo y plantaciones forestales que cayeron un 23,5% y praderas naturales y mejoradas que vieron reducida su superficie en un 25,1%.

Al analizar cómo evolucionó la superficie arable, también hay resultados sorprendentes. Probablemente por la prolongada sequía, crisis de rentabilidad, disponibilidad de mano de obra y los conflictos en la Araucanía, salvo los frutales, todos los otros rubros han visto reducida su superficie, ocurriendo de manera significativa. Solo en cereales la reducción fue mas atenuada.

En efecto, en este periodo, 2007 a 2021 caen las superficies destinadas a forrajeras en un 62%, semilleros en un 56%, praderas mejoradas en un 50%, flores en un 44%, hortalizas y plantas aromáticas en un 35%, leguminosas y tubérculos en un 32%, cultivos industriales en un 28%: vides, uvas pisqueras y plantaciones forestales en un 24%, praderas naturales un 23% y cereales en un 12%. En cambio, la superficie destinada a frutales creció en un 23% lo que significa 71.644 hectáreas.

Finalmente, ¿qué se puede colegir de estos datos?

1. En primer lugar, que la fruticultura mediterránea, es el rubro clave, sobre el cual se sustenta económicamente el agro chileno, en la actualidad.

2. Resulta fundamental, seleccionar y potenciar otros rubros, para razones estratégicas y de diversificación territorial. Probablemente debería ir por: hortalizas, legumbres, tubérculos, algunos cultivos industriales y plantaciones forestales.

3. Explorar la posibilidad de promover el desarrollo de la fruticultura, entre los grupos de medianos y pequeños agricultores

4. Este aparentemente inevitable proceso de intensificación, deber darse en un contexto de, consideración de los aspectos sociales y ambientales. Es decir, debe ser una intensificación sustentable.

5. La estrategia adoptada para promover el agro, debe ser una variable relevante, en el desarrollo territorial y el fortalecimiento de las economías locales.

Naturalmente, para poder avanza en este sentido, creemos que es indispensable abordar y resolver el problema del agua para riego en la macro zona central, de tal manera, que esa variable deje de limitar el desarrollo del agro. Para este efecto, posiblemente será necesario crear un consorcio público-privado, amplio y representativo, que aborde las diferentes alternativas, entre las que probablemente la desalación tendrá un papel fundamental.