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Artículo #137

Soberanía Alimentaria

Por Tonci Tomic ENERO DEL 2022

“Soberanía alimentaria” es un término que ha sido abordado en el programa de gobierno de la coalición “Apruebo Dignidad”, recientemente vencedora de la elección presidencial que llevará a Gabriel Boric al palacio de La Moneda en marzo próximo, para gobernar la república en el período 2022-2026. En dicho programa, sus autores señalan que: “Reformularemos participativamente la institucionalidad de la agricultura y de la pesca, para fortalecer el rol del Estado en torno a la soberanía alimentaria, el desarrollo rural, la conservación y el manejo sustentable de los recursos naturales”. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué significa este concepto?

Texto destacado

"Soberanía alimentaria" es un concepto que introdujo la denominada “Vía Campesina” en la I Cumbre internacional Contra el Hambre, llevada a cabo por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el año 1996.


Soberanía alimentaria es un concepto que introdujo la denominada “Vía Campesina” en la I Cumbre internacional contra el hambre” llevada a cabo por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el año 1996. Se trata del derecho de los pueblos, de los países, de las regiones, a definir sus propias políticas agrícolas de manera autónoma y soberana. Esta “Vía Campesina” es un movimientos internacional que promueva las siguientes ideas: (a) Promoción de la agroecología y semillas campesinas, (b) Respeto a los derechos de las campesinas y campesinos, (c) Impulso a la justicia climática y medioambiental, (d) Ejercicio de la soberanía alimentaria, (e) Práctica de la solidaridad con los trabajadores emigrantes y asalariados y (f) Solidaridad internacionalista, acceso democrático a la tierra, agua y territorios.

Si bien se trata de ideas son un aporte al desarrollo de una agricultura sustentable, sin embargo, se trata también de un movimiento altamente ideologizado, surgido de la cenizas del antiguo modelo socialista que, básicamente, se opone a la economía de libre mercado capitalista, a la globalización económica y a las tecnologías genéticas, con una clara predilección por el control estatal de la economía e industria.

La base de este pensamiento radica en un estricto cuestionamiento a la “idea de progreso” que ha edificado el liberalismo, el que ha materializado, entre otras cosas, las diferentes revoluciones tecnológicas de la historia reciente, como así también, ha impulsado significativamente el desarrollo material de la civilización.

Quizás, en pocas palabras, podríamos decir, se opone a la teoría del progreso infinito, aquél que señala la posibilidad de aumentar constantemente la productividad para satisfacer las necesidades humadas y tener una mejor calidad de vida general. En efecto, el mundo actual y el que se vislumbra hacia adelante, está fundamentado en esta premisa.

La Vía Campesina, en cambio, invita a volver al pasado de una sociedad rural más bien idealizada. Una sociedad que, realmente, ya no existe más que en el recuerdo de un pasado remoto, algo así como aquella sociedad descrita en la novela “Paraíso” del Premio Nobel de Literatura 2021, Abdulrazak Gurnah. Lo cierto, es que la mayor parte de la población mundial a emigrado del campo, en búsqueda por mejores condiciones de vida, acceso a bienes y servicios de todo tipo - especialmente, los servicios básicos – seguridad y empleo. Vale decir, en búsqueda de mejores condiciones para progresar y prosperar.

Solo para indicar alguna proporciones: entre 1960 y 2020, según las estimaciones del Banco Mundial, la población urbana, en el mundo, paso de 33% a 56%. Por su parte, el PIB mundial, en el mismo período, se ha quintuplicado.

Para la agricultura chilena, que se ha enfocado estratégicamente - a mi juicio, de manera correcta — como todos los países pequeños exitosos, tales como Bélgica, Países Bajos, Singapur o Malasia, en un sólida, especializada y consistente inserción en el comercio exterior, resulta sencillamente imposible plantearse un giro hacia una estrategia del tipo “soberanía alimentaria”, sin arriesgar una desarticulación total del sector. Ha pasado suficiente tiempo, que ha acumulado suficiente evidencia que demuestra que estrategias de naturaleza autárquica no funcionan. En ninguna parte del mundo.

Pero es cierto que el denominado “desarrollo agrícola sustentable” es la estrategia contemporánea presente en cualquier política pública agrícola hoy en día. No obstante, creemos que se debe armonizar el logro simultáneo de crecimiento económico, equidad social y protección del medio ambiente y los recursos naturales. En una democracia, cualquier agricultor está en su pleno derecho a implementar la estrategia agrícola que le parezca más apropiada, en el marco de la normativa vigente y el estado de derecho, pero sería una visión más bien totalitaria, e incluso antidemocrático, imponer un tipo de agricultura a todo el sector, basado en consideraciones ideológicas.

La democracia se basa en un estado de derecho sólido, acuerdos institucionales e instituciones confiables, cuyo fin no es otro que el progreso de la sociedad en su conjunto. Ese contexto, creemos que una nueva política agrícola para el país debe ser capaz de dar cuenta y responder de forma científica a problemáticas fundamentales del sector, tales como: la protección de las semillas autóctonas; la vigencia plena y el respeto irrestricto de los derechos de los trabajadores, sean estos nacionales o extranjeros; el combate al cambio climático; la protección y restauración del suelo agrícola y los ecosistemas; el apoyo a los sector rurales vulnerables; garantizar el acceso democrático y sostenible a los recursos naturales, a la educación y la formación, de una manera realista y efectiva, que genere certezas, estabilidad y progreso en el campo.


(*) Tonci Tomic es Ingeniero Agrónomo y Economista Agrario de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios de postítulo en UC Berkeley y U. Stanford. Es Doctor en Patrimonio Cultural de la U. de Sevilla, España. Profesor de la Facultad de Agronomía de la U. de Chile, y consultor por más de treinta años, con experiencia en el Ministerio de Agricultura de Chile, en la FAO, CEPAL y otros organismos internacionales.