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Artículo #131

Vino Asoleado: El nuevo amanecer de un patrimonio nacional

Por Carlos Reyes Medel OCTUBRE DEL 2021

Dicen en Loncomilla, en Cauquenes; también en Empedrado, Name y en pueblos aledaños, que los astros se están alineando a favor del resurgir del asoleado. De un lado Mario Astudillo no se quedó sólo en su trabajo de titulación; ya siendo sommelier se unió a su colega Nadia Parra y al hermano de ella, Luciano, para crear en 2018 la Corporación Vinocular, ideada para divulgar proyectos de valor patrimonial relativos al vino chileno. Su obra sirvió para identificar una quincena de productores repartidos desde el extremo norte del Maule hasta el límite sur de la provincia de Cauquenes. Toda vez que el Servicio Agrícola y Ganadero, sólo registraba oficialmente a tres productores de asoleado en la región.Además, pusieron el foco en articular la unión entre actores más formales, muchos de ellos con producciones consolidadas de vinos dulces en la zona. Otros con varios pasos dados, en pos de la resignificación del asoleado como producto de calidad.

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Cayó en un olvido como pocos productos han experimentado. Un grupo de productores y entusiastas del vino buscan reposicionarlo, sorteando una legislación pensada para no controlar, todo para dar realce a una calidad que nunca ha declinado y que es valorado por la comunidad productora. Ellos, sobre todo en el secano maulino, la defienden.


En las oficinas de la Cooperativa de Loncomilla, su jefa de producción Carolina Bustamante muestra el devenir de sus 105 cooperados activos, que se reparten 1.050 hectáreas en su gran mayoría de uva país, de secano y plantadas en cabeza. Esa base le permitió juego para desarrollar, desde hace tres temporadas, un asoleado de elegante envase vendido ahí mismo, casi pegado al puente que lleva el nombre de la ciudad.

“Lo hacemos para honrar a nuestra zona y a nuestros agricultores”, comenta. Primero fueron 300, luego 600 y este año esperan llegar al millar de litros. El tema está en las variadas maneras en que se trabaja el asoleado de manera artesanal. Es ahí donde entra en escena Satulio Méndez, antiguo productor de Caliboro, Loncomilla, en cuya experiencia confían para conseguir un asoleado en esencia suave, tinto, con dejos de frescor asociado a las guindas. A su estilo, ligero. “Nos asociamos a él. Le entregamos la fruta y él realiza su trabajo, mientras nosotros le ayudamos en la parte técnica y vamos probando. Luego lo envasamos”, asegura.

Hay experiencias de larga data como en Caliboro, en el millar de hectáreas que comprenden los terrenos de viña Erasmo. Muchas de ellas tapizadas de parras añosas, de esas ideales para postales campesinas y que durante el invierno y algo más allá, se les remueve la tierra a punta de azadón o de arado, para que la tierra arcillosa absorba el máximo deagua lluvia posible, para que se mantengan durante la estación seca. Desde 2006 trabajan con el asoleado. En su bodega se dejan ver los alambres en los que durante el otoño descansan colgados millares de racimos secados a la sombra, otra técnica campesina similar a las de sus pares italianos, el passito y el amarone, famosos en el país de origen de su propietario, Francesco Marone Cinzano.

“Andábamos buscando el origen, la identidad de un lugar. Poseen una historia colonial antigua, como vino de misa. Era ceremonial, como el gloriado. Con humildad decimos que fuimos los primeros en hacer asoleado tal como antes, con la país como variedad emblemática, junto con el torontel”, dice César Opazo, gerente de la viña. A propósito, aseguran que pronto su late harvest torontel, el mismo que resultó elegido el mejor vino dulce del año en Mesa de Cata LA CAV, llevará el nombre de asoleado.

En el año 2014, viña Cancha Alegre preparó su primera versión. Lo hicieron sin aguardiente, luego le sumaron para encabezar el vino aportando potencia alcohólica, sobre todo desde la cosecha 2016 próxima a salir al mercado. Sus dos años de guarda en barrica lo redondean. “Así le damos valor agregado a la uva país y también para mostrar que podemos aportar con un producto escaso en el comercio establecido, volviendo a la receta original”, dice Sergio Amigo, dueño de la viña quien agrega: “En Cauquenes no lo conocen como asoleado sino como vino dulce de país, pero la gente está acostumbrada a su consumo”.

Desde Bodegas RE se definen como “vinos conceptuales” y la historia y los usos del vino del secano calzan con su filosofía. La paciencia importa en ese proyecto instalado en Casablanca y con lazos profundos en el secano. Tienen campos allá y su mentor, Pablo Morandé, es un incansable promotor de la cultura campesina de aquellos rincones.

Preparan también un asoleado, “que será un vino generoso como indica la legislación”, aclara. No tiene fecha definida de salida, pero el hecho de que su último vino, un fortificado de carignan salido a la luz tras 20 años de guarda, dice mucho respecto de sus tiempos.

Más al norte y pegado al cauce ancho del río Maule, justo frente a la estación González Bastías del ramal Talca Constitución, la viña del mismo nombre es un pequeño paraíso de viñas viejas e historias en progreso. Vino hecho a mano, bodegas de adobe y gusto por hacer productos con sentido de origen. El trabajo de José Luis Gómez y su esposa, la enóloga Daniela Lorenzo, tiene previsto un asoleado en versión blanca, no de país, “que es para nuestros tintos secos”, dice Gómez. Se va por el lado de lo que podríamos llamar “descartes nobles” en el sentido de que su fragante y a la vez untuoso asoleado, con notas a carozo de durazno y confitura de frutas, hecho con una suma de variedades semillón, torontel, moscatel rosada y moscatel blanca. “Lo tuvimos más de 20 días asoleando, cuidando de las abejas y entrándolo de noche. Luego lo molemos sin despalillar y lo dejamos macerando con sus palos durante cuatro meses. Cuesta hacerlo porque estamos preocupados de toda la vendimia, pero es la manera en que lo hacían nuestros tatarabuelos y con eso ayudamos a preservar este saber hacer”, dice.

Miradas y sensibilidades diversas para un solo tipo de vinos, que pronto, salvo Bodegas RE por el momento, convergerán en la primera Asociación de Productores de Vino Asoleado de Chile, iniciativa espoleada por Vinocular, que logró reunir y organizar a sus miembros. Aún en trámite legal, busca preservar un saber hacer en el que pocas cosas están dichas y por cierto, desde lo legal, queda mucho por proteger y definir. Es que se trata una denominación de origen que a lo largo del tiempo ha dejado demasiados cabos sueltos.

“Se trata de una Denominación de Origen incompleta”, cuenta Mario Astudillo. El consenso es general en ese sentido, más si se ha ido desmantelando en su contenido conforme han pasado diversas legislaturas. Las leyes de la D.O. Asoleado fueron aligerándose. De 1937 a 1953 y luego con la Ley General de Alcoholes de 1985. Artículo 28:


Vino Asoleado: esta denominación queda reservada para el vino generoso genuino producido y envasado, en unidad de consumo, en el área de secano comprendida entre el Río Mataquito por el Norte y el Río Bío-Bío por el Sur, proveniente de vides plantadas en el área mencionada.

Un parrafito definiendo al vino más apreciado en Chile durante al menos siglo y medio. Tampoco existe un reglamento que aclare mejor la cosas. Es más, se amplía el rango de acción, abarcando tres regiones. “Justamente hay algo difuso y en ese sentido hay dos situaciones que tienen que ver con la legalidad de producto y por otro lado el tema de la tradición. Muy pocas veces se juntan”, dice Astudillo. Una de las tareas de Corporación Vinocular y de la próxima asociación es encauzar ambos mundos, el legal y el real.

“Hay una tradición desde el punto de vista privado en Chile, en torno a buscar que las legislaciones sean lo más vagas posibles. Y es una paradoja en un país fanático de las leyes”, dice Gonzalo Rojas que además sentencia: “Existen tres ámbitos mínimos para hablar de D.O. Uno de ellos es la indicación geográfica que delimita donde se puede producir. En segundo lugar está la protección de patrimonio histórico y cultural; proteger cómo se produce, con qué procesos, con qué materia prima; el conocimiento consuetudinario. Y para que eso funcione debe existir un consejo regulador. En Chile el problema es que ese rol fiscalizador y regulador se le asigna al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), cuya naturaleza no es esa. No tiene juristas, no hay especialistas en D.O., sino agrónomos que aplican una ley pareja que es la ley de alcoholes y punto. Las D.O. chilenas no funcionan en ese sentido”, dice.

Por esa laxitud legal pasan los temores de los defensores de un asoleado que renace en las formas y que requiere reglas, ante todo pensadas para permitir a los guardadores de este vino, los campesinos, mantener sus modos de producción, su vida en torno a ese vino. Porque bajo el actual marco legal, cualquiera, desde Sagrada Familia por el norte hasta Icalma por el sur –extremando la idea- podría usar ese nombre. O con cepas que no corresponden a la tradición histórica de su preparado. “La Denominación de Origen debe articularse, pero no debe extraviarse la esencia del artesano. Por favor que no se pierda; eso es lo que más me interesa. Me encantaría que la denominación estuviera en mi etiqueta porque hay que apoyar una región, un lugar que la necesita”, recuerda José Luis Gómez.

En ese sentido, ya existe un grupo de entusiastas por el patrimonio y la asociatividad, trabajando en el nuevo aire de un vino que significa pura historia y valor, bajo los códigos del campo chileno.


(*) Publicado originalmente en LA CAV, septiembre 2019. Derechos Reservados (c) Viaje Al Sabor.