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Artículo #11

Precio del vino, patrimonio e identidad

Por Pablo Lacoste (Doctor en Historia) NOVIEMBRE DEL 2020

El Nuevo Mundo vitivinícola ha comenzado a comprender que el precio de mercado del vino depende no sólo de los aspectos enológicos y químicos, sino también, de la dimensión cultural, simbólica y patrimonial. Durante muchos años, los CEOS de las viñas de Chile, Argentina y Australia tendieron a minimizar la relevancia del patrimonio del vino. En los procesos de tomas de decisiones de las grandes viñas, predominaron los enfoques de ingenieros comerciales y marketineros, en detrimento de historiadores y antropólogos. Como resultado, las empresas orientaron las inversiones a campañas publicitarias sujetas a las normas de los productos masivos. Vendieron vino como si fueran zapatillas o bebidas gaseosas. El resultado de este proceso está a la vista: el Nuevo Mundo Vitivinícola ha logrado vender y exportar grandes cantidades de vino, a bajos precios. Chile exporta 2.000 millones de dólares a 2 euros la botella en promedio; Australia, 1.800, también a 2 euros; Argentina exporta 900 a 2,3 y Nueva Zelanda otros 900 a 4,3 euros promedio la botella.

Texto destacado

Durante muchos años, los CEO de las viñas de Chile, Argentina y Australia tendieron a minimizar la relevancia del patrimonio del vino.


A estos valores deberían restarse los costos de botella, corcho, etiqueta, transporte y materias primas; en tal caso, el precio llega muy cerca del costo, con lo cual, la industria se encuentra en el borde de la rentabilidad mínima para funcionar. Ello tiene efectos socioeconómicos perversos, porque presiona a las grandes empresas exportadoras a pagar la uva al menor precio posible, lo cual afecta a los pequeños viticultores.

Indiferentes a la suerte de los pequeños viticultores pobres, los CEOS, los ingenieros comerciales y los marketineros parecen estar satisfechos con esos resultados, y tienden a reproducir y ampliar el modelo. Cada vez más se empeñan en buscar recursos para instalar sus vinos en los grandes canales de comercialización, con campañas de marketing y sponsorización de grandes clubes de fútbol europeos, sobre todo ingleses.

Estos resultados pueden ser aceptables para ingenieros comerciales y marketineros, para quienes da lo mismo vender vino, cobre o soja a granel; pero esas cifras son decepcionantes para los enólogos que interpretan el vino como un producto más cercano con el arte y el patrimonio cultural. El referente del enólogo se encuentra en otras botellas: champagne francés de U$ 2.000; Vega Sicilia de U$ 4.000 y Cheval Blanc de 1947 de U$ 135.000. Fuera de esos casos, las DO de Europa están logrando precios promedio de 20 euros la botella, lo cual permite alcanzar márgenes de rentabilidad adecuados para asegurar la vida digna de los campesinos y todos los profesionales y técnicos involucrados en la cadena productiva.

La tendencia a falsificar DO y nombres tradicionales europeos fue nefasta en Chile y en Argentina. Los bajos precios de exportación que sufren los vinos de estos dos países son el resultado directo de aquella política comercial, sostenida durante un siglo y medio por las grandes empresas de ambos países. Es tiempo de volver a escuchar la voz del territorio, del pequeño viticultor y del campesino; volver al patrimonio, lo cual implica comprender al vino como un producto artesanal.