Cerrar
Vinifera

Sobre Nosotros

Vinífera

Consultora especializada en el desarrollo de asesorías técnicas en materia vitivinícola.

About us

Vinifera

Consulting agency specialized in economic development and business projects in the fields of wine, agriculture and tourism.

Artículo #109

Las cooperativas, una forma de emprender en red

Por Gonzalo Rojas A. JUNIO DEL 2021

Hubo un tiempo, en el que el mundo campesino chileno fue un mundo de cooperativas. Tras la Gran Depresión de principios de la década de 1930, resultó un proceso casi natural para muchos pequeños y medianos propietarios de tierras, la alternativa de asociarse en torno a un modelo de negocios de tipo cooperativo, una forma que permitía enfrentar de mejor manera la incertidumbre en los mercados durante el período de entreguerras , los altos costos de la producción, la falta de calificación en el campo, la ausencia de una política agraria consistente en el país, y la ausencia de todo tipo de subvenciones hacia una actividad, que por aquellos años, ocupaba de una u otra forma a más de la mitad de los chilenos.

Texto destacado

“Con su distintivo énfasis en los valores, las cooperativas han demostrado ser un modelo empresarial versátil y viable, que puede prosperar incluso en épocas difíciles. Su éxito ha contribuido a impedir que muchas familias y comunidades caigan en la pobreza”. (Ban Ki-Moon, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas).


Algunos rubros en específico, como la vitivinicultura vivieron este fenómeno con más celeridad, principalmente debido a la contracción generalizada del mercado mundial de vinos tras la I Guerra Mundial, la crisis de sobre-stock experimentada a principios de 1920, y los terribles efectos del terremoto de 1939, que destruyeron una parte sustantiva de la capacidad productiva de la industria del vino en Chile, y dejó a su paso la escalofriante cifra de 6 mil muertos., en el corazón dela agricultura chilena.

Las grandes cooperativas de la vitivinicultura chilena datan de ésta época: Control (Limarí), Capco (Copiapó) y Capel (Elqui) en el Norte Chico, la Covica (Cauquenes), Loncomilla (Maule) y Coelemu (Itata), Colún, Soprole, Chilolac y Loncoleche, en el sur del país, las que, entre muchas otras, fueron una alternativa de subsistencia para una cantidad de varios miles de pequeños y medianos agricultores que se resistieron a dejar sus actividades y formas de vida, evitando participar del otro gran fenómeno que marcaría la época en Chile: la migración del campo a las ciudades.

La Reforma Agraria es el otro gran asunto que envolvió al campo chileno durante las décadas que siguieron. Entre 1960 y 1980 no hubo otro tema más importante en el campo, generando expectativas, esperanzas, decepciones y frustración casi por partes iguales en una amplia mayoría de los agricultores y trabajadores del agro chileno durante dos generaciones completas.

Más tarde, el Régimen Militar señalaría con claridad: “No queremos un Chile de proletarios, sino uno de propietarios”. Su política hacia el agro fue, a partir de 1975, la de promover la asignación de parcelas a pequeños agricultores, desmovilizando a las asociaciones de base que habían generado los partidos políticos y reprimiendo con fuerza todo tipo de actividad sindical y asociación obrero-campesina. Había comenzado la época oscura de las cooperativas en Chile, asociadas a partir de los gobiernos de Frei y Allende con la politización de izquierda y las ansias reividicacionistas del inquilinaje.

Muchas cooperativas pasaron a ser sociedades anónimas cerradas, otras se convirtieron en empresas abiertas, muchas fueron adquiridas por grandes consorcios nacionales y/o transnacionales, y otras simplemente quebraron.

Plenamente vigentes

No faltaron los economistas y administradores que se apresuraron en declarar su caducidad prematura. El modelo cooperativista fue dejando rápidamente de ser una alternativa real en el mercado, pasando a ser un objeto de estudio no ya de la economía, sino de la historia económica del país. Virtualmente desapareció de las escuelas de ingeniería comercial de las universidades chilenas, al punto que muchos jóvenes de hoy las desconocen –y desconocen el modelo cooperativo- casi por completo.

No obstante, las cooperativas no han desaparecido en el mundo. Para muchas países siguen siendo una de las principales formas asociativas y sustentables de organizar la producción de bienes y servicios, particularmente en el agro y la ganadería, y gozan de buena salud en países como Francia, Bélgica España, Italia, Grecia, Canadá, Australia y Los EE.UU. En América Latina, en países como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia siguen estando presentes, con fuerza, en diversas actividades productivas.

Un vehículo para la integración social

Quizás el desafío mayor que tenemos en la actualidad hacia los estudiantes de economía y administración, así como hacia el conjunto de la sociedad chilena, sea justamente la necesidad de desmitificar al modelo cooperativista, rescatando su valor intrínseco como promotor de una sociedad más equitativa y justa, y su capacidad para organizar la producción de una forma más eficiente, integrada y participativa.

No es una tarea fácil, pero es preciso contravenir la actual tendencia hacia el individualismo y la falta de sinergias en un mercado que, paradógicamente, se observa cada vez más concentrado e inaccesible para los productores pequeños y medianos del país.

A fin de cuentas, no sin motivos fue que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el año 2012 como el “Año Internacional de las Cooperativas” y resaltando “la contribución de las éstas al desarrollo económico y social”, especialmente su impacto en la reducción de la pobreza, la creación de empleos y la integración social.