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Artículo #62

El Valle de Putaendo: El patrimonio y el paisaje agrícola. Parte II

Por Gonzalo Rojas A. FEBRERO DEL 2021

En términos culturales y específicamente patrimoniales, Putaendo es una fuente importante que debiésemos considerar a la hora de escribir la historia del vino chileno. En el ámbito material, los vestigios de una época mejor hablan por sí mismos, evocando una vitivinicultura colonial de gran riqueza, expresada, por ejemplo, en la cantidad importante de tinajas que aún subsisten en las casas patronales, y antiguas bodegas y lagares, así como artefactos dignos de un museo, tales como arados de madera y de hierro, azadones, máquinas para encorchar y embotellar de manera artesanal, viejos toneles de maderas nativas, pailas y alambiques de cobre, como testimonios de la producción de chicha cocida y mostos para la destilación de aguardientes locales. Por otra parte, grandes construcciones, como las antes mencionadas tapias y muros perimetrales de adobe, así como la arquitectura tradicional criolla de la época colonial, hacen pensar al visitante que se está frente a un conjunto de infraestructura que bien pudiese ser considerada como monumentos nacionales e históricos, con un alto valor turístico.

Texto destacado

Ubicado a menos de cien kilómetros de Santiago, a poco más de una hora, en la frontera con la Región de Valparaíso, la zona es prácticamente desconocida por los habitantes de la Región Metropolitana.


En el terreno de lo inmaterial, existen relatos memorables, como el “Cariño Botado”, episodio ingrato de la historia local, en que los habitantes del valle se quedaron con la mesa servida, esperando honrar al ejército libertador de San Martín, que a última hora decidió, por seguridad, variar la ruta. Crónica que ha sido rescatada por uno de los pocos vinos afamados de la zona, que se comercializa a mayor escala en nuestros días, el “Cariño Botado”, de viña Rey del Valle, cuya particular Denominación de origen reza: “Vino producido y envejecido en la Escuela Agrícola Salesiana de Catemu, Aconcagua, Chile”. Varios mitos y leyendas nutren el florido acervo cultural que une a Putaendo con sus vinos. Hay mucho en la historia oral de la zona, donde han sido históricamente los más viejos los que se han encargado de transmitir su patrimonio oral a los más jóvenes. No obstante, como ocurre en todo el país, el fenómeno de la migración del campo hacia la ciudad ha ido despoblando el agro, haciendo que la juventud migre a los grandes centros urbanos, como La Ligua, Los Antes y por supuesto, Santiago.

Ubicado a menos de cien kilómetros de Santiago, a poco más de una hora, en la frontera con la Región de Valparaíso, la zona es prácticamente desconocida por los habitantes de la Región Metropolitana. Existen pocos restaurantes y hoteles, siendo más bien un lugar de tránsito hoy en día entre Santiago y Los Andes.

Los paltos fueron silenciosamente reemplazando a los viñedos, y los duraznos y los naranjos fueron ágilmente trepando por los cerros, haciendo más rentable la agricultura de una zona históricamente golpeada por la falta de empleo. Los tunales, lúcumos, chirimoyos y papayos, terminan por dar forma a esta provincia mestiza, donde poco más queda de su origen prehispánico, incorporado en épocas muy tempranas de la Conquista a la vida hispana.

Es bueno conocer Putaendo. Antes que el próximo terremoto convierta el pueblo en una enorme polvareda, no estaría mal que las autoridades tomasen los resguardos para poder preservarlo, haciendo todo lo posible por reforzar sus añosas casas e iglesias, varias de ellas con dos o tres siglos a su haber. Y ahora que el desierto avanza implacable hacia el sur, se hace cada vez más urgente fortalecer a la agricultura de estas zonas en pleno proceso de desertificación.

En los años venideros, deberán ser las universidades, entre otras instituciones, las que pongan atención a los vestigios vitivinícolas del valle, allí donde persisten cepajes criollos que han sabido adaptarse y han ido evolucionando con su entorno. Variedades Moscatel, País y varias otras que nadie sabe con certeza que son, aparecen como una interesante fuente de material genético para futuros vinos naturales o especiales, o porta injertos resistentes a las condiciones difíciles que plantea la desertificación de centro-norte del país. El Valle de Putaendo es, en definitiva, el valle vitivinícola que no fue. Que cambió cuando cambiaron las condiciones, de una forma reactiva y lenta, quizás inmerso en la “siesta colonial” de la que hablaba Vicuña Mackenna, forma despectiva que solía utilizar para describir la pasividad y conformidad con que se forjó, según su opinión, la cultura campesina chilena.

Pero hoy en día, estando tan cerca de Santiago, de camino hacia Los Andes y Mendoza, plantado a los pies de la Cordillera, no parece descabellado pensar en el potencial que la zona puede tener para la producción de vinos, o quizás, ser el experimento perfecto para un emprendimiento enoturístico, capaz de rescatar lo bueno del pasado, y lo mejor del futuro.